Presencia de Ferrajoli

Por Joaquín Hernández Alvarado

Gracias a las gestiones de dos universidades del país (la Universidad Andina Simón Bolívar y la Universidad Espíritu Santo), el profesor Luigi Ferrajoli, «una de las figuras más destacadas de la actual cultura jurídica italiana y europea», y latinoamericana habría que añadir a esta frase del profesor Luis Prieto Sanchís, estará en el Ecuador durante la presente semana. En realidad, la obra de Ferrajoli -su teoría garantista- ha cruzado los límites epistemológicos del derecho, los convencionales de las fronteras nacionales y los geográficos de los continentes. Ferrajoli es conocido, comentado y discutido hoy en las principales universidades de nuestra región y no solo en el ámbito de la filosofía del derecho o de la teoría del derecho, sino también en el del derecho internacional, como muestra, por ejemplo, la edición de varios de sus artículos por el profesor Pisarello. Todo ello no le ha impedido -como pasa por desgracia a tantos otros- a desinteresarse de los problemas actuales, sino a analizarlos y discutirlos con lógica impecable, como es el caso de la entrevista con Carmen Aristegui en un programa de CNN en Español, en la que se desarrolló el tema de la guerra contra las drogas con el escenario de fondo del panorama del México actual.

Ferrajoli es contemporáneo de una de las más grandes preocupaciones del pensamiento contemporáneo, la del poder. No en balde la filosofía de las últimas décadas -basta pensar en Michel Foucault, en Jürgen Habermas y en el compatriota de Ferrajoli, Giorgio Agamben- ha versado sobre las implicaciones del poder en las sociedades actuales. En el caso de Ferrajoli, su lectura, para quienes no son juristas pero pertenecen a la filosofía y a las ciencias sociales pero sobre están preocupados del destino o de la deriva de nuestra contemporaneidad, está basada en sus síntesis de filosofía política y de teoría del derecho que recupera, como señala Prieto Sanchís, «lo mejor y lo más ambicioso del programa ilustrado y contractualista, que hace del orden jurídico y de las instituciones elementos de transformación liberadora sin perder por ello su carácter artificial».

«El presupuesto del garantismo es siempre una concepción pesimista del poder. El poder es siempre malo, lo posea quien lo posea, porque, sin límites ni garantías, se halla expuesto en todo caso a degenerar en despotismo».

Estamos en el problema de las democracias contemporáneas, amenazadas por la tentación de los Estados populistas que actúan por medio de «una cotidiana deseducación masiva», la anticultura, medida en los niveles de audiencia, como señala en uno de sus últimos libros, Poderes Salvajes. La crisis de la democracia constitucional. «La batalla por la democracia es, hoy como siempre, una batalla cultural. En un doble sentido: en el sentido de que el nexo entre democracia y Constitución es un hecho cultural, hoy desaparecido del sentido común, y en el sentido, más general, de que el desarrollo de la cultura es un factor esencial de la construcción de la democracia».

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