Muere el escritor cubano Eliseo Alberto

 

Falleció ayer a los 59 años el escritor Eliseo Alberto de Diego García Marruz (Arroyo de Naranjo, Cuba, 1951), más conocido por todos como Lichi, con una complicación cardiaca luego de un transplante de riñón. El escritor fue declarado traidor por los hermanos Castro y se exilió en México en 1988, informó diario El País.

Dos años después de establecer su residencia en México obtuvo la nacionalidad. Sobre Informe contra mí mismo (1978) en una entrevista dijo: «Es un libro sobre Cuba, que se escribe solo una vez. A mucha gente le hizo bien, y sin ser pedante sé que si soy recordado alguna vez va a ser por esa obra». En ella emprende «la búsqueda de respuestas a lo que pasó con la emoción de los años de la Revolución, no con la razón ni con la pasión. Como siempre he dicho: se trata de un libro en el que yo defendí un solo derecho: el derecho a estar equivocado, algo que poco se reconoce y menos por los políticos». Sobre una posible apertura en la isla, en otra entrevista, hace tres años, aseguraba: «Mientras no se liberen los presos, mientras no se abran las puertas burocráticas a los cubanos, mientras no entre preso nadie por opinar distinto… no habrá horizontes de cambios», aseguraba a este diario.

Ganador en 1998 del primer Premio Alfaguara con Caracol beach, escribió tambiénUna noche dentro de la noche (2006) y Esther en alguna parte (2005). Y además de escritor, periodista y editor, fue guionista de radio, televisión y cine. Entre otros, colaboró con Tomás Gutiérrez Alea en la cinta Guantanamera. Dio cursos en el Sundance Film Institute, y en escuelas de cine de Cuba y México.

Cuando se encontraba luchando por su vida después de la operación, el escritor Jorge F. Hernández fue invitado por el diario Milenio a escribir en la tribuna que el novelista cubano tenía todos los jueves y sobre él: «Por Lichi confirmé que las crónicas pueden ser prosa perfecta salpicada de poesía pura y que cada jueves uno ha de asumir con resignación honesta que no hay nadie que cuaje una columna tan llena de vida y voces, tan docta en almas y en apuntar la cicatriz de la belleza o el engañoso guiño de la maldad como lo hace Eliseo Alberto cada semana».

En la última entrega de su columna semanal en Milenio, el pasado 14 de julio, el escritor cubano relataba la emoción de la esperanza de que por fin pudiera recibir el riñón que le alejaría de morir y sobre la generosidad de los pocos que donan sus órganos:

«Hoy quisiera escribir sin la emoción que siempre provoca la gratitud para así (lúcido, objetivo, honrado en la martiana interpretación de la palabra) poderles contar una historia que me tocó vivir a lo largo y hondo de treinta horas de fe, mil ochocientos minutos de esperanzas, ciento ocho mil segundos de caridad…».

El autor de Informe contra mí mismo proseguía: «El martes llamé al doctor Rossano y me confirmó que los dos trasplantes (que precedieron el suyo) resultaron exitosos: «Ya orinan», me dijo, y yo pensé, al apagar mi último cigarro, que debía brindar con agua de Jamaica por los que aceptaron, con todo el dolor del mundo, donar los órganos de su ser querido. Y brindar por los que tomarán mañana idéntica decisión, y también por mis adorables médicos y enfermeras».

«Queda prohibido no donar», escribió Eliseo Alberto al final de su crónica que él nunca quiso que fuese de despedida, pues quería ver, como muchos enfermos, «sin que nadie les contara (…), el sol, claro, ¿no lo ven?, salió como siempre a la mañana siguiente».

El novelista fue intervenido finalmente el siguiente lunes, pero una complicación cardiaca terminó ayer con la vida en el hospital General de México. Algunos de sus amigos quieren que sus cenizas sean llevadas al barrio de la Víbora, en La Habana, que «era donde Lichi jodía de chiquito».

 

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