Patriotismo y plurinacionalidad

Por Andrés López Rivera

La retórica propagandística del régimen alimenta incesantemente el mito de la Nación en su versión más pasional: la Patria. El himno “Patria”, el eslogan “la Patria ya es de todos”, e incluso las siglas del partido oficialista (PAIS ‒Patria Altiva y Soberana), manifiestan una exaltación patriotera que resulta riesgosa, ya que el nacionalismo implícito en la idea misma de Patria fragua un sentimiento exacerbado de pertenencia a la “tierra sagrada” y de hostilidad hacia las anti-patrias. Es decir, se mistifica el origen y se estigmatiza a los refractarios.

Dicho riesgo, latente en la retórica, se patentiza en la práctica de diversas maneras. En el ámbito externo se han identificado, más coyunturalmente que de manera definitiva, anti-patrias que representan una supuesta amenaza a la “soberanía nacional”. Este concepto, frecuentemente usado ‒y abusado‒ por la nomenklatura ecuatoriana, no es sino un derivado del discurso nacionalista que permite justificar toda acción arbitraria de la diplomacia ‒poco diplomática‒ del país.

En lo que se refiere al ámbito interno, se reconoce al anti-patriota como todo aquel que discrepa con el modelo a seguir instaurado por el proyecto político caudillo-gobiernista, es decir, los que el oficialismo tilda de “traidores a la Patria”. En este sentido, “la Patria ya es de todos” los que no son tachados de ser “traidores a la patria”. Se busca de esta manera uniformizar por medio del enfrentamiento en lugar de integrar en la diversidad.

Este patriotismo excluyente fundado en la adhesión a un proyecto político es, como se ha demostrado, incapaz de propiciar la “unidad en la diversidad”; condición ineludible para la implantación de la legítima reivindicación indígena de un Estado plurinacional (hoy inscrita vacuamente en la Constitución). El avenimiento de la plurinacionalidad es tanto más improbable cuanto que se pretende cínicamente avanzar en este campo con acciones tales como el nombramiento de Ulcuango como embajador en Bolivia, desintegrando así la ya frágil organización indígena, orquestada por intelectuales, activistas y hoy, funcionarios al servicio del poder. En este contexto, no queda más que postergar el nacimiento de un ideal cuya aplicación no puede ser pensada sino de manera holística y de cuya implantación depende, entre otras cosas, la real democratización del país.

Más relacionadas