Sexo, celos y salsa de tomate

María Nilza Simoes no toleraba que su hombre tenga una doble vida y recurrió a los ahorros que tenía -US$ 545- para hacer desaparecer de la tierra a quien peleaba por el mismo amor: Erenildes Aguiar Araújo, alias «Lupita».

El más calificado para llevar adelante el crimen era un ex presidiario de la zona de Pindobaçu -estado de Bahía, Brasil-, Carlos Roberto de Jesús. Cuando la autora intelectual le dijo quién era la potencial víctima, el asesino no dijo nada, sólo dijo que cumpliría con el mandado.

Pero el hombre sabía que la persona a la que debía dejar sin respiración no podía ser sacrificada por sus manos. Él la amaba. Ella, «Lupita», también a él. De ahí en adelante se dedicaron a perpetrar el plan para quedarse con el botín.

La decisión que tomaron fue la de «fabricar» la muerte. Él le vendó los ojos, le ató las manos, la tiró al piso y la embadurnó con condimento de tomate. Cámara fotográfica en mano, Carlos Roberto, tomó las imágenes que luego llevaría a Simoes.

Las instantáneas mostraban a la tercera en discordia maniatada y, aparentemente, sin vida. La autora intelectual se quedó tranquila, felicitó al autor del crimen y le pagó su «merecida recompensa». Pero él cometería un error garrafal: se expuso en público con la «víctima» -que no fue- y entre quienes los vieron estaba María.

La estafada se dirigió a la policía y efectuó la denuncia por el robo de los dólares. Pero no contó con que la pareja les mostraría las fotografías a las autoridades.

Los tres terminaron tras las rejas: María Nilza Simoes por planificar un asesinato y Carlos Roberto Jesús y Erenildes Aguiar Araújo por extorsión.

Fuente: Infobae

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