Así fue la operación con la que se dio muerte a alias ‘Alfonso Cano’

Un militar que hizo parte de la Operación ‘Odiseo’ narró al diario colombiano El Tiempo cómo fue la búsqueda.

«¡Quieto, levante las manos!, ¡levante las manos!». Cuando el reloj del soldado de las Fuerzas Especiales marcaba las 7:19 de la noche del viernes, un movimiento en una mata de monte lo alertó de la presencia de un guerrillero. El subversivo, que sacó un arma, no atendió la advertencia y se echó a correr, mientras llovía fuego de otro punto (especial multimedia sobre la muerte de ‘Alfonso Cano’).

«Llevábamos más de diez horas inspeccionando los alrededores de la casa donde estaba ‘Alfonso Cano‘ y avanzando, camuflados por entre la selva para que no nos detectaran, cuando se dio el golpe. Escuché los gritos del comando (soldado) y todos entramos en alerta, pero pasaron pocos segundos para que se iniciara el combate. Respondimos al fuego y luego de un espacio de tiempo, que no tengo en mi cabeza, todo volvió a quedar en silencio. ‘Aquí cayó uno’, dijo mi soldado, y nos fuimos a inspeccionar. El primero que gritó fue el mismo que lo enfrentó: ¡Es el blanco!, gritó, y todos quedamos de una pieza en medio del combate que seguía. Un escalofrío nos recorrió el cuerpo, pero con la serenidad que hemos aprendido en días y días de entrenamiento, les dije que íbamos a verificar con las fotos guía que teníamos. Era indudable. Pese a que se había rasurado la barba, el cuerpo que teníamos ahí era el de ‘Alfonso Cano’. Estaba muerto (este fue el lugar donde mataron a ‘Alfonso Cano’).

La primera expresión fue persignarnos y chocar los puños. Los combates no habían terminado y estábamos en alerta, pero le comunicamos a mi general la información de inmediato. Él nos repetía una y otra vez que verificáramos si era el jefe de las Farc. Para nosotros no había duda, pero teníamos que esperar las pruebas dactiloscópicas que iba a practicar el CTI. Mientras tanto, empezamos a buscar a los dos guerrilleros que estaban con ‘Cano’. Una compañía se volcó para hacer un anillo de seguridad y evitar un acto desesperado de la guerrilla para recuperar el cuerpo de su comandante. Los Tucanos y el fantasma nos blindaron desde el aire.

Para nosotros esta historia, que ahora es la más grande en nuestra vida militar, empezó el martes pasado, cuando nos concentraron en Tolemaida para darnos la misión. Pocos, por no decir que un grupo de hombres que se pueden contar con los dedos de las manos, sabíamos cuál era el blanco. Lo habíamos estudiado una y otra vez, nos aprendimos sus gustos, reacciones, capacidad física… Todo, así como lo hicimos con ‘Jojoy’.

La hora D fue a la una de la madrugada del viernes 4 de noviembre, cuando embarcamos en los Hércules.

Reuní a mis hombres, nos encomendamos a Dios. Nos llevamos tres fotos de ‘Cano’ con el rostro de diferentes formas para identificarlo, porque no sabíamos cómo iba a estar en ese momento, aunque ya teníamos información de que se había afeitado. También nos echamos al bolsillo las fotos de tres cabecillas más que estaban con él, entre ellos ‘Caliche’.

A las 5:30 ya estábamos en los Black Hawk del Ejército, pero el clima nos la jugó y se tuvo que abortar la operación. Las máquinas se apagaron y quedamos a la espera de que hubiera visibilidad. Ese momento llegó a las 8:15, cuando salimos hacia la vereda El Chirriadero, entre Morales y Suárez, un terreno quebrado, montañoso y selvático. En otras operaciones ya habíamos estado ahí y sabíamos el riesgo porque nos iban a recibir con fuego de ametralladoras, como ocurrió.

Los Supertucanos salieron al mismo tiempo y llegaron a ablandar con el bombardeo. Antes de las 9:00 de la mañana hicimos el primer desembarco. Fue el momento más crítico porque 20 hombres nos lanzamos por las sogas a plena luz del día, a 10 metros de altura y con el fuego de las Farc encima. Nos impactaron el helicóptero. En total fueron siete Black Hawk impactados.

Gracias a Dios, en ese primer desembarco no tuvimos heridos. Empezaron los combates y entramos al rancho que tenían montado, muy cerca de una casa de civiles que ellos mismos habían desalojado para que la manejara ‘Pacho Chino’. Allí estaba el cuerpo de su compañera sentimental y el de un guerrillero. Después capturamos a el ‘Indio’, su jefe de seguridad, y al ‘Zorro’, el radista. ‘Cano’ se nos había volado, pero hubo cuatro elementos que nos dieron la certeza de que estaba cerca y desvalido: sus gafas, de un aumento considerable por su miopía y astigmatismo; su billetera, la caja de dientes y la cédula. Todo estaba al lado de una cama.

Los soldados que desembarcaron en la segunda oleada ya habían visto correr por entre la maraña a Pirulo y a Conan, los inseparables gozques (perros) de ‘Cano’, que siempre lo acompañaron.

A la 1:00 de la tarde ya habían desembarcado 890 hombres de las Fuerzas Especiales. Teníamos controlada la zona y hacíamos un plan de barrido para ubicar a los otros guerrilleros, pero la idea de que íbamos a coger a ‘Cano’ se esfumaba.

La recta final

Sin embargo, sobre las 4:00 de la tarde una información de inteligencia nos dio la certeza de que el guerrillero estaba muy cerca y sin protección. Empezamos un trabajo de camuflaje minucioso y sabíamos que la noche podría ser un aliado o una desventaja, por las minas que nos pudieran sembrar.

Sobre las 7:00 hicimos un balance de la operación y nos abrimos en cuatro grupos; uno de ellos inició una nueva inspección de la casa que tenía una caleta, muy bien cubierta y bajo tierra. Nunca pensamos que este guerrillero estuviera ahí escondido.

Pasó un rato y luego vinieron los rafagazos. Uno de los guerrilleros salió de una mata de monte, creyendo que nos habíamos corrido y se podía mover, pero mi soldado lo tenía a pocos metros; sin saber que era ‘Cano’, le advirtió que se entregara, pero él sacó su pistola, los hombres que lo acompañaban dispararon y hubo reacción.

Todo estaba en una oscuridad profunda y nuestra ventaja fueron los visores nocturnos. ‘Cano’ se movía a tientas perfectamente y supo por dónde correr, pero estaba rodeado. El que creímos inicialmente que era un hombre de la seguridad del máximo cabecilla de las Farc, en realidad era él.

El hombre al que perseguimos sin tregua, desde el 2008, pensó que la caleta en la que estuvo escondido casi ocho horas lo iba a salvar. Estuvo ahí hasta que sintió los soldados encima y, aprovechando la oscuridad de la noche, salió con sus dos hombres a camuflarse en un rastrojo, a 500 metros de la casa, pero se encontró con los comandos.

Así se cerró un ciclo sangriento para nosotros y la población civil. Solo nos pudimos abrazar y llorar cuando ya se llevaron el cuerpo. El agente del CTI lo identificó plenamente, con una lupa y un bombillo.

Ese momento fue un homenaje para nuestros hombres, los que no estuvieron ahí porque murieron o perdieron sus piernas y sus brazos persiguiéndolo. Cuando se sigue a un objetivo se graba todo de él y llevábamos tres años pisándole los talones, teniendo momentos alegres y otros muy amargos. En febrero del 2008 habíamos desembarcado en las montañas del sur del Tolima para iniciar un cerco que se fue cerrando, pero en esa primera fase perdimos a más de 40 hombres, entre heridos y muertos.

Luego, la persecución se corrió a las estribaciones del río Ata, entre Huila, Cauca y Tolima; 42 compañeros perdieron sus piernas gracias a las minas que los hombres de ‘Cano’ sembraron; y hace tres meses se nos pasó a Corinto, en una zona montañosa del Cauca que nos obligaba a entrar a pie.

Por unas semanas perdimos su ubicación, pero el 13 de octubre una fuente de inteligencia nos confirmó que el guerrillero se había metido a la cordillera Occidental, hacia Suárez, con ayuda del ‘Sargento Pascuas’, ‘Catatumbo’ y ‘Pacho Chino’, y se movilizaba en una camioneta. Ese fue su talón de Aquiles. Creer que no lo iban a identificar y que la gente le iba a ser fiel hasta último momento, como había ocurrido en otras zonas. Sus propios hombres dieron información valiosa. El exceso de confianza lo mató».

Policía seguía a ‘Pacho Chino’

La Inteligencia de la Policía tenía vigilada la zona donde se estaba moviendo ‘Alfonso Cano’. Un seguimiento detallado permitió establecer que hace un mes, en el área de Suárez (Cauca), ‘Pacho Chino’, uno de los jefes del bloque Occidental, tenía la misión de brindarle seguridad al máximo jefe de las Farc. Además, la Policía conoció que a ese punto estaban llegando grandes cantidades de abastecimiento y que se había prohibido el acceso a campesinos e indígenas para ingresar o caminar por rutas cercanas a la vereda el Chirriadero. ‘Pacho Chino’ le acomodó a su jefe una casa a unos 300 metros de la suya y un cambuche para protegerse, por si lo atacaban.

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