Viva Antonio Tabucchi

Por Fernando Balseca
Quito, Ecuador

La pesadilla del mal político nunca es otro político sino esos escritores que no se arrodillan lucrativamente ante el poder. Por eso Antonio Tabucchi, el recién fallecido autor italiano-portugués, utilizó su inmensa autoridad artística y ética para cuestionar los abusos del entonces presidente Silvio Berlusconi. La oca al paso: noticias desde la oscuridad que estamos atravesando es un libro en el que la inteligencia creativa objeta los excesos del gobernante, y, como sucede con las grandes obras, sus conceptos sirven más para desconsolarnos que para ilusionarnos.

Así empieza: “Después de todo, el mundo no ha cambiado gran cosa. El emperador sigue enviando a sus ejércitos para que masacren lejos de sus fronteras; si no piensan como piensa él, el Papa se ofende y se aflige; el Vasallo ha multiplicado sus riquezas porque ha multiplicado los tributos y ahora tiene, por lo menos, diez castillos”. No importa el cobijo ideológico bajo el cual el político discursee; este terminará aliado de otros poderes. De allí la preocupación de que un solo hombre fuera, al mismo tiempo, el presidente del gobierno y el dueño y controlador de casi todos los medios de comunicación que transmiten mensajes.

Ese tipo de políticos extravía el tesoro ancestral y luminoso de las palabras: a Tabucchi le parecía una grosería que Berlusconi hablara de libertades y de buen gobierno, y que denostara a la izquierda, a los sindicatos, a los intelectuales. “Apenas llegó al poder, gracias a las reglas de la democracia, Berlusconi abrió el grifo de lo peor. Y ‘lo peor que hay en nosotros’, ese fondo de barbarie que se alberga en el alma humana cuando no se mantiene a raya con la cultura y con la educación en la democracia, explotó como fuegos artificiales en toda su vulgaridad y con toda su gentuza”, sentenció.

En La gastritis de Platón polemizó con Umberto Eco, quien dijo que el intelectual solo servía a largo plazo y que, por eso, si la casa se estaba quemando, lo único que podía hacer era llamar a los bomberos; en cambio, Tabucchi reactualizó el deber de indagar e intervenir en lo público. La veintena de volúmenes de cuentos, novelas y crónicas de Tabucchi disponible en español invita al azoro ante los juegos del revés y los pequeños equívocos que creemos sin importancia. Reveladora es la insinuación de que las ballenas, más que animales, son metáforas (Dama de Porto Pim); inolvidable el personaje que en la India busca a un amigo, que parece ser él mismo (Nocturno hindú).

Sobresalta el empeño del detective que enloquece al perseguir al criminal (La línea del horizonte); fantasmal es la aventura de un hombre que en Lisboa se cita con un poeta ya muerto (Réquiem); conmovedora la epifanía moral que experimenta el periodista al jugarse entero contra la dictadura (Sostiene Pereira); paradójica la correspondencia sin remitentes ni destinatarios (Se está haciendo cada vez más tarde); estremecedor el exespía que visita la tumba de un dramaturgo para confesar un secreto (El tiempo envejece deprisa); certera la idea de que la escritura es un viaje fuera del tiempo y del espacio (Viajes y más viajes).

Narrador genial, Tabucchi entendió, además, que “un escritor que no habla no es un escritor”.

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