En sucesivos fallos hechos a medida de Maduro, el TSJ habilitó la candidatura de Maduro para las próximas elecciones al inventar el cargo de “presidente encargado”. O sea, para que se entienda, la Constitución prohíbe al vice y los ministros ser candidatos, pero no al “presidente encargado”, pero porque ese cargo no existe, no figura en la Constitución. Mejor dicho, no existía. La maniobra se consumó el viernes en una juramentación que, lejos de los treinta y pico mandatarios que asistieron al funeral de Chávez, apenas contó con la presencia de Correa, los presidentes destituidos de Honduras y Paraguay y una ex senadora colombiana expulsada del Congreso de su país, todos ellas personas muy repetables, pero con un peso simbólico relativo a la hora de la legitimación.
Los políticos que permanecen mucho tiempo en el poder terminan convencidos que los países que gobiernan están hechos a su medida, impregnados de su estilo, incapaces de adoptar nuevos rumbos, so pena de la hecatombe. Como que si sus tiempos fuesen los mejores. Como que si sus decisiones, todas, hayan sido las acertadas. La infalibilidad, creen ellos, aumenta en la misma medida que sus votos. Si la mayoría los apoya, es porque la ruta escogida es la adecuada. Todo lo demás, no importa. Es secundario.
D.R. ©® La República EC. Todos los derechos reservados.