
La utopía no ayuda a pensar
Fernando Balseca
Quito, Ecuador
En estos tiempos, seguir proponiendo transformaciones políticas que estén sostenidas en una utopía, por mucho que intenten concretar fines nobles, es, por decir lo menos, una ingenuidad. Gabriela Rivadeneira, en la posesión del mandato presidencial, al invocar Utopía, de Tomás Moro, de 1516, y al erigir ese libro como una inspiración que ya estaría plasmándose en el Sumak Kawsay de la revolución ciudadana, reveló una matriz idealista y desenfocada de los improvisados revolucionarios de moda, pues aquella noción –sin una adecuada crítica al concepto mismo de utopía– desconoce importantes debates contemporáneos.