¿Sí a las drogas?

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

Es sincero Alexis Mera al reconocer que la guerra contra las drogas está perdida. No es que ha descubierto el agua tibia, pero sirve para abrir un debate que, sobre todo, debe ser transparente y honesto. La droga viene a ser como la paja del páramo, que se la arranca y vuelve a crecer, como se lee en el mural de Guayasamín en la Asamblea.

Llevamos veinte toneladas de cocaína decomisadas en lo que va del año y esa es una de aquellas noticias que no sabemos si es buena o es mala.

Buena, porque la Policía está eficiente, o mala, porque estamos inundados de tráfico de cocaína como nunca antes. Y aquí viene la primera observación para don Alexis: él habla de marihuana, como si ese fuese el problema. Comparando, el tráfico de la hierba no tiene la misma magnitud, no mueve los millones y millones que mueve la coca, y hasta se puede decir que está pasada de moda en los países del primer mundo. Lo que quieren los consumidores de allá -y de aquí también- es cocaína, y por eso están dispuestos a seguir pagando lo que sea necesario.

Si empezamos a debatir el tema, es la hora de decir las cosas como son. No he visto hace mucho tiempo ninguna campaña que hable de los riesgos de las drogas. Sí he visto, en cambio, mucho activismo de aquellos que impulsan la despenalización del consumo, que viene a ser lo mismo que despenalizar su venta. No he visto, tampoco, muchos centros médicos que dediquen sus mejores esfuerzos a la rehabilitación de adictos. En Guayaquil, esa tarea se hace en un mundo clandestino e informal que no reúne las mínimas condiciones para rehabilitar a nadie. Pero es lo que abunda en los sectores populares, mientras en los medios y en los altos, sigue siendo un tema vergonzoso a los ojos de los demás, mientras, en lo interno, cada vez son más las fiestas en donde no puede faltar la que llaman diosa blanca.

Si vamos a plantear que el que quiera drogarse, que se drogue, que den la información completa de lo que puede ocurrir. Hace poco leí que los muchachos que mataron a Karina del Pozo, se habían drogado antes de masacrar con piedras a la joven, hasta dejarla sin vida.

¿Quién se ha puesto a analizar si en la conducta de estos sindicados, tuvo algo que ver el consumo de estupefacientes? ¿Se puede hacer? Esa es una información necesaria, y como este caso hay muchos más, que simplemente se quedan en la crónica de violencia, sin ahondar demasiado en las circunstancias, sin hurgar mucho en lo que pudo haber desencadenado un crimen salvaje.

Estemos muy conscientes del paso que vamos a dar, si lo damos. Que nadie diga después que no estuvieron al tanto de lo que, sin duda, tiene un alto riesgo. Estamos mal como sociedad y si seguimos así, llegaremos a estar peor, probablemente, por la carga de violencia que acarrea este sucio negocio. Pero sacar la banderita blanca de rendición, aceptando las condiciones del enemigo, no siempre resulta la mejor elección. No cuando el enemigo es implacable, desalmado y no le importa, para nada, la suerte del vencido.

* Marlon Puertas es editor nacional del diario HOY. Su texto ha sido publicado originalmente en HOY.

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