Opinión

Salazar Bondy ayer y hoy

Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

«¿Existe una filosofía de nuestra América?», fue el título de un pequeño libro editado en el año de gracia de 1968 por Siglo XXI Editores y a la vez uno de los cuestionamientos más radicales a todo el quehacer filosófico latinoamericano realizado hasta esa época. No solo al pensamiento sino también al establishment académico en que se da necesariamente el filosofar. Quien lo hizo fue un filósofo peruano, formado en la tradición de la fenomenología, el pensamiento analítico y la historia de las ideas, Augusto Salazar Bondy. Tres años antes había publicado, en dos volúmenes, en la edición de Francisco Moncloa, Historia de las ideas en el Perú contemporáneo, donde, después de hacer un recorrido de todo el pensamiento de su país desde los últimos 15 años del ochocientos hasta finales de la década de los cincuenta del siglo XX, anticipaba la problemática que plantearía para toda la región en su pequeño libro. Fue a la vez una osadía intelectual y un signo de los tiempos de insurgencia generalizada que se vivía en todas partes.

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Opinión

Amarga medicina

Hernán Pérez Loose
Guayaquil, Ecuador

Es difícil no coincidir con el presidente Correa en su afán de fomentar la inversión extranjera en el sector minero. Este ha sido uno de los sectores menos atendidos en el Ecuador por varias décadas no obstante el potencial económico que él tiene. Las reservas mineras del país no pueden ser sustancialmente diferentes de aquellas de Perú, Chile y Colombia, partiendo de la realidad geográfica que nos une a dichas naciones a través de la cordillera andina. A su vez, los mencionados países han logrado enormes ingresos económicos de la explotación y exportación de las riquezas mineras que yacen en esa geografía.

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Opinión

La puerta de los monstruos

Carlos Alberto Montaner
Miami, Estados Unidos

Dice Nicolás Maduro que el presidente Juan Manuel Santos “le metió una puñalada a Venezuela”. No se sabe si esta dramática información forense se la dio confidencialmente un pajarito o si surgió de su legendaria capacidad de observación. Maduro ve cosas que nadie percibe. Es un vidente. Sólo él, por ejemplo, descubrió su rostro entre las manos de Chávez en un cuadro o foto del Comandante Eterno. Pero ahí no termina la crónica roja colombo-venezolana. De acuerdo con su versión, los colombianos, coludidos con la CIA, intentarían envenenarlo.

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