Es hora de madurar

Gonzalo Orellana
Londres, Reino Unido

Decir que el Ecuador cambió cuando empezó a explotar y exportar petróleo es una obviedad. Sin embargo, es pertinente recordar como era el país antes de convertirse en exportador de petróleo, para entender como cambió la relación entre el estado y la sociedad a raíz de la llegada del “oro negro”. Históricamente, el Ecuador siempre tuvo una sociedad pobre, con la excepción de segmentos minoritarios, gobernada por un estado igualmente pobre. Esta relación implica que la sociedad no espera nada del estado y que el estado no está en capacidad de ofrecer o exigir nada a sus ciudadanos.

La llegada del petróleo modificó esa dinámica, de pronto el estado pasó a poseer no solo una fuente de ingresos estable, sino también la de mayores dimensiones, cambiando por completo la relación estado-sociedad, permitiendo al primero ofrecer, regalar y exigir al segundo, a cambio de una parte de esos ingresos.

Las consecuencias de este nuevo estado rico en una sociedad pobre fueron varias, pero las más importantes son dos: el paternalismo, esa idea políticamente tan rentable de que el gobierno provee de bienes y servicios a cambio de favores, lealtades, votos, etc. Y es que en una sociedad donde la pobreza era la norma, la única relación posible con el estado “nuevo rico” son las dadivas y limosnas, como el hijo adolescente que sabe que sin el dinero de su padre no hay nada que pueda hacer. La peor muestra de este paternalismo es la estructura de subsidios que todavía hoy mantiene el Ecuador: gasolina, gas de uso doméstico, transporte público, etc., todos tienen precios irrisorios que no reflejan el costo de producirlos y que paradójicamente benefician sobre todo a quienes tienen ingresos más altos.

La segunda consecuencia es la búsqueda continua por parte de distintos grupos económicos, políticos, sindicales, etc. de apropiarse de la riqueza del estado. Desde la vuelta a la democracia, dicha búsqueda, ya sea intentando llegar directamente al poder, mediante negocios con el estado o a través de movilizar masivamente a ese enorme grupo de beneficiarios de subsidios y ayudas, ha sido la responsable de múltiples conflictos.

Las primeras tres décadas desde la exportación del primer barril de petróleo se sucedieron bajo esta lógica de estado rico y profundamente ineficiente en la gestión de esa riqueza y sociedad pobre en continua búsqueda de una tajada de la riqueza del estado. La última década ha traído sin embargo algunos cambios importantes, que aunque no han roto esa dinámica, sí la están modificando. El primer cambio fue la dolarización: la estabilidad de precios y la mayor previsibilidad que trajo ha permitido un crecimiento continuo de la economía como no se vio en los 80’s y 90’s, y nunca antes creció tanto la clase media como en la primera década del siglo XXI. El otro gran cambio fue el establecimiento del Servicio de Rentas Internas y la creación de una cultura tributaria; previo a la creación de esta entidad en Ecuador prácticamente no se pagaban impuestos, las recaudaciones tributarias eran minúsculas y los impuestos no podían ni remotamente competir con los ingresos petroleros. Hoy los impuestos financian una parte muy significativa del presupuesto del estado.

¿Que implican estos cambios? Implican que hoy más que nunca nos acercamos a una verdadera sociedad de clase media y que el estado depende de los ingresos de los ciudadanos para financiarse. Esta nueva situación inevitablemente cambiará la forma en que la sociedad y el estado se relacionan. ¿Como encaja el gobierno de Correa en este cambio lento pero inexorable? La respuesta es compleja, por un lado tenemos un estado más grande y activo en la economía, pero cada vez más dependiente de la recaudación tributaria; un estado que mantiene serios rasgos paternalistas, pero también unos ciudadanos mejor educados, informados y más exigentes.

No soy de los que creen que el petróleo ha sido una maldición; aún considerando la relación disfuncional que creó entre la sociedad y el estado, es indudable que sin la explotación de los hidrocarburos Ecuador hoy sería un país más pobre y atrasado. Sin embargo, hay pasos enormes que dar para plantear una nueva relación entre el estado y la sociedad. Terminar con este absurdo desperdicio de regalar dinero a quienes no lo necesitan y enfocarse en ayudar a salir de la pobreza a quienes no pueden hacerlo por sí mismos, exigir más a los ciudadanos en sus contribuciones tributarias, pero no a quienes ya pagan, sino a quienes no lo hacen, bajando la base imponible mínima y garantizando que todos o por lo menos la mayoría contribuya. Margaret Thatcher acertadamente decía que no existe dinero público, solamente existe dinero del contribuyente y eso es lo que debemos construir: una sociedad de contribuyentes y ciudadanos y un estado que nos trate como tales. Llevamos mucho tiempo siendo adolescentes, es hora de madurar.

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