El Periodista

Alfonso Reece
Quito, Ecuador

Cuando oigo a los farautes referirse a Jorge Ortiz en términos que jamás se han utilizado en la política nacional, pienso que seguramente no están hablando de quien tiene ese nombre y ha sido mi amigo por cuarenta años. Y cuando digo que jamás se han utilizado estoy siendo enfático pero no exagerado, el descontrol para insultar y denigrar no ha tenido paralelo en la historia de la República. ¿Qué Montalvo era el “gran insultador”? ¡Veff, con quién se comparan! ¡Menos mal que no lo hicieron con Jesucristo! No solo se desbocan en la injuria, sino también en el atrevimiento. No, no puedo creer que se refieran a mi amigo, el periodista Jorge Ortiz, aunque quienes así hablan son conocidos por su incontrolable cólera (enfermedad caracterizada por deposiciones alvinas, acuosas, abundantes, verbales en este caso).

No, no puedo creer que se refieran de esa manera a una de las personas más cultas e ilustradas que he tratado. Con el Jorge Ortiz que conozco se aprende todo el tiempo sobre literatura (siempre ha leído el libro con el que trato de sorprenderlo), gastronomía, fútbol, toros, viajes, religión y, por supuesto, ¡y a qué nivel!, de política, historia y filosofía. Mi amigo es un hombre sensible, tímido y modesto. Le gustan las corbatas, pero es discreto en el vestir. Los carros le tienen sin cuidado (por eso anduvo décadas en un viejo cacharro, hasta que Alguien lo hizo desaparecer por el puro afán de fastidiarlo). Su posición económica es acomodada, pero no le sobra nada, ni propiedades ni rentas. Su intimidad la preserva exquisitamente, al punto de que puedo decir que, a pesar de nuestra cercanía, conozco muy poco de su vida privada. Sus grandes placeres son la lectura y la conversación, de los cuales saca impresionante provecho.

Su posición política se debe calificarla de moderada, pues está entre la socialdemocracia y el liberalismo, un tantito más hacia acá que hacia allá, pero en todo caso en el centro. Mas su moderación no se refiere a un acomodamiento en los principios, es esencialmente demócrata y en eso no hace concesiones, por eso los autoritarios, desde Velasco Ibarra hasta nuestros tristes días no lo han tolerado. “¡Anotará bien, Señorrr!”, le decía el Profeta hincando su dedazo en la libreta de Ortiz entonces adolescente. No, claro, no estoy comparando. Velasco sí era culto. Jorge tampoco es moderado (y el problema es que se nota) en su honradez y en su moral. Es muuucho mayor que yo (unos treinta meses), por eso lo llamo con afecto respetuoso El Periodista. Amigo generosísimo, en tres ocasiones en que he estado en dificultades, me ha tendido la mano sacándome de los atolladeros en los que me encanta meterme. Hijo de un notable diplomático, su trato es urbano y educado. Qué pena no ser Borges y poder escribir de él, lo que el maestro argentino decía de Ricardo Güiraldes: “Nadie podrá olvidar su cortesía;/ era la no buscada, la primera/ forma de su bondad, la verdadera/ cifra de un alma clara como el día”.

* El texto de Alfonso Reece fue publicado el 15 de agosto de 2010 en el diario El Universo.

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