Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador
No deja de ser lamentable que las oportunidades para revisar el pensamiento de nuestros contemporáneos más lúcidos sea solo con ocasión de su muerte o, con menos amplitud, por motivo de la concesión de un premio o del lanzamiento de un libro. Carlos Monsiváis tenía razón: está agotada la etapa del intelectual público, -estaba pensando en Alfonso Reyes, en Octavio Paz y objetivamente en sí mismo-, salvo para los autores de libros de autoayuda que todo simplifican y adornan frases que tienen un extraño regusto a flores artificiales. Bolívar Echeverría, pese a su simpatía por Walter Benjamin, fue un intelectual público porque se pronunciaba sobre los grandes temas que nos confrontan en estas décadas: no hacía por supuesto concesiones en cuanto a lugares comunes.
[…]