El mundo arrebatado del teniente San Porfirio

Carlos Alberto Montaner
Miami, Estados Unidos

Acabo de terminar de leer esta magnífica novela sobre Venezuela escrita por Joel Hirst. Fue originalmente redactada en inglés, así que he leído la traducción al castellano. Me tomó algún tiempo por la enorme lista de compromisos que tenía (y tengo), pero lo que comenzó con el limitado interés que generan los libros que te obsequian inesperadamente, se convirtió en una apasionante experiencia literaria. La obra está bien escrita y bien pensada. Te atrapa muy rápidamente. La lanzó Grito Sagrado, los editores de Ayn Rand, una fiable empresa argentina comprometida con la libertad y la calidad. Eso siempre es una garantía.

¿Qué cuenta El teniente de San Porfirio? El propio autor lo describe y resume en una reveladora entrevista que le hizo La voz de América: “Es una historia de cuatro personajes que se confrontan en la Venezuela socialista, durante un foro social mundial. Se trata de cómo los intereses de estos personajes, que son mutuamente excluyentes, traen el conflicto y conllevan a la violencia. Como una buena novela sobre un dictador, cuenta con realismo mágico y múltiples puntos de vista. Es una novela honesta y, por lo tanto, no es una novela fácil”.

Hirst es un joven norteamericano que vivió varios años en ese país, habla español estupendamente bien y posee una notable capacidad para entender a otras culturas. Es graduado de la Universidad de Brandeis, una pequeña y (quizás por ello), excelente institución cercana a Boston, dedicada a lo que llaman en Estados Unidos “estudios liberales”. Hirst, además de su larga estancia en Venezuela, ha visitado y trabajado en Pakistán, Uganda, Kosovo, Honduras, Chad, República Democrática del Congo, Nicaragua y República Dominicana. Supongo que su vida un tanto errabunda y aventurera le ha dado una buena distancia crítica para captar lo que a veces no consigues percibir cuando vives totalmente inmerso dentro de las cuatro paredes del manicomio.

De la misma manera que hay países fallidos, como Haití o Sierra Leona, tenemos que admitir que hay países-manicomios. Naciones en los que los líderes parecen escapados de una novela de Isabel Allende. Creo que no es disputable que Venezuela es uno de esos países-manicomios. Eso nada tiene que ver con una nación seria y bien gobernada. Se parece más a una casa de locos que a un país normal. El difunto presidente Hugo Chávez creía ser la reencarnación de Simón Bolívar y adoraba los huesos del Libertador al extremo de desenterrarlos ante las cámaras de televisión y experimentar en ese momento un éxtasis místico. Pero peor ha sido su sucesor, que habla con Chávez por medio de los pájaros y ve su rostro en las paredes del Metro.

Ese es el telón de fondo en que se desenvuelve la novela El teniente de San Porfirio. Mientras la leía, la televisión traía las imágenes de los saqueos, las noticias de los crímenes y las marchas espontáneas de una población que pide libertad. A cualquiera que se asome a este libro le viene a la mente la expresión “realismo mágico”. Sí, hay mucho de eso, pero sucede que en Venezuela cualquier relación con la realidad es pura coincidencia. Ahí se vive en una atmósfera extraña y turbia. Joel Hirst la ha captado fabulosamente bien.

FIRMAS PRESS

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