¿Políticos categoría A?

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

Ha dado un buen ejemplo el Ceaaces, que no sé muy bien lo que significa, pero sí sé lo que hace: ha calificado en categorías la calidad de las universidades. Así se debería calificar todo en nuestra patria. Comenzando por los políticos, que están de moda y se nos meten hasta en la sopa. Deciden por nosotros. Se sacrifican por nosotros. Por eso merecen ser los primeros en la lista. Debería haber los de categoría A, B, C, D, hasta la Z. Menos la categoría M, porque si decimos que tal político, de tal color, está en la M, nos meten presos por delito de odio. O de atentar contra la seguridad nacional. O de ser cochinos. Depende el poder que tenga ese político que está en la M.

Eso sí, debemos ponernos exigentes, así como se han puesto los del Ceaaces. Nada de regalar puntitos por gusto, por guapos, por tirados a simpáticos. Nada. Aquí evaluaremos méritos, trayectoria, resultados. Para ser categoría A, pongamos como ejemplo, solo para comparar, a Nelson Mandela. Ese sí es un político categoría A. Consiguió pacificar todo un país, que estaba partido en dos. Evitó una guerra civil. Se reconcilió con sus enemigos, nada menos. Dio ejemplo al mundo. A ver, pensemos: ¿quién de los nuestros ha hecho algo parecido?

Vamos, seamos generosos, debe haber alguien…si tenemos tres universidades en la categoría A, debe haber por lo menos tres políticos que saquen la cara.

Pero no. Aquí tenemos expertos en dividir al país, en buscar confrontaciones y dar garrote. ¿Buscar una reconciliación, estirar primero la mano al enemigo? Parece que habláramos de ciencia ficción.

Vayamos a la B. La de los segundones, políticos que no son tan malos, pero no llegan a buenos. De esos que tienen buenas intenciones, pero se ven tragados por el sistema. Que empezaron bien, pero terminaron igual que el resto. Prometieron ser distintos pero acabaron repitiendo los actos que tanto criticaron. De esos sí tenemos un grupo importante. Gente que comenzó luchando, pero tiró la toalla en el camino. En todo caso, no hacen tanto daño pero su acción, que pretende ser positiva, no quedará marcada en la historia, como debiera ser.

De la C para abajo, nada bueno se podría esperar. Allí confluyen aquellos que han visto en la política su tabla de salvación personal. El proyecto de éxito que no pudieron concretar en sus actividades privadas, encontró en lo público su manera sencilla de plasmarlo. Para eso no han reparado en pequeñeces: si fueron de derecha, ahora se viraron a la izquierda; si no están preparados, son para meter cuento unos campeones; si su líder afirma que la tierra es cuadrada, dirán que es cuadrada. De sus acomodos y lealtades depende su bienestar, que cínicamente definen en público como patriotismo.

Así que digamos que somos un país de políticos categoría C, para no ser tan malos, para ser un poco optimistas, como lo es el Ceaaces, que termina la columna y no sé que mismo significa. Una categoría que da esperanzas de mejorar, de depurar a los malos y reforzar a los buenos. Mantiene el objetivo de contar con líderes ecuánimes, justos, equilibrados. Ese día tendrá que llegar.

* Marlon Puertas es editor del diario HOY. Su texto ha sido publicado originalmente en HOY.

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