García Márquez, el fiel amigo de Cuba

La Habana 17 abr (EFE).- La amistad personal entre Gabriel García Márquez y el líder cubano Fidel Castro y la fidelidad y simpatía que el escritor profesó por la isla y su revolución, trascendieron las críticas, los cambios políticos y el simple paso del tiempo, con un vínculo que se mantuvo más de cinco décadas.

Como su natal Colombia, México o España, Cuba se convirtió en uno de los puertos de la vida del novelista, donde vivió, trabajó y lo mismo se le podía encontrar en un concierto, impartiendo clases de guión cinematográfico o recorriendo una plantación de tabaco.

«No es que yo viva en Cuba, es que viajo tanto aquí que parece que estoy permanentemente», afirmó el nobel colombiano en 2007, a propósito de sus frecuentes visitas, la mayoría de carácter privado.

Según confesó en uno de sus textos periodísticos, nunca tuvo la curiosidad de conocer Cuba antes del triunfo de la revolución en 1959, cuando viajó a la isla por primera vez como periodista y conoció personalmente a Fidel Castro.

Su relación traspasó la camaradería de contemporáneos ilustres y se convirtió en una amistad a prueba de balas, sobre todo por parte del escritor, al que sectores intelectuales y políticos censuraron por su actitud pro-Castro aún en los momentos más álgidos del régimen cubano.

Gabo evidenció su admiración y respeto por Castro en entrevistas, artículos y semblanzas en los que alabó su «inteligencia política», su «instinto» y su «curiosidad infinita», al tiempo que lo acompañaba en discursos, fiestas y eventos.

A inicios de los setenta, la detención por contrarrevolucionario del poeta y diplomático cubano Heberto Padilla, quien fue obligado a retractarse públicamente de sus críticas, creó un cisma entre muchos intelectuales y en sus vínculos con la revolución.

El llamado «caso Padilla» supuso para Cuba el alejamiento y la enemistad de escritores como el peruano Mario Vargas Llosa, pero García Márquez se mantuvo al lado de la isla y algunos opinan que ese fue el momento definitorio en su relación con Fidel Castro.

El propio Castro se preció del valor de su amistad cuando en 2008, en plena convalecencia, calificó una visita de García Márquez y su esposa Mercedes Barcha como las «horas más agradables» desde que enfermó en 2006 y tuvo que delegar todos sus cargos.

Una década antes, en 1998, el escritor colombiano acompañó a Castro en la histórica misa que el papa Juan Pablo II ofreció en la Plaza de la Revolución de La Habana.

En 1996 el líder cubano decidió regresar, tras 15 años de ausencia, a la casa donde nació en la localidad de Birán, en el este de la isla, e incluyó a Gabo y su mujer en la comitiva de invitados.

Cuando Cuba celebró los 80 años de Fidel Castro, en 2006, García Márquez viajó a La Habana e incluso acompañó al entonces presidente interino, Raúl Castro, en la inauguración de un mural dedicado a su hermano en el Museo Nacional de Bellas Artes.

«Después vendré a su centenario», dijo el escritor en aquella ocasión, cuando el estado de salud del líder cubano aún era una incógnita.

Esa leal intimidad con el Gobierno cubano lo puso en el centro de polémicas y acusaciones: el ex presidente argentino Carlos Menem lo mandó «a vivir a Cuba» si no le gustaba que criticaran su régimen; la escritora estadounidense Susan Sontag lamentó su «pasividad» ante la situación de los Derechos Humanos en la isla y Vargas Llosa lo llamó «cortesano de Castro».

Otros colegas, como el escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, han destacado en cambio su papel de intermediario para «salvar» a disidentes e intelectuales en Cuba.

El periodista y novelista cubano Norberto Fuentes, exiliado en EE.UU. y antiguo amigo y colaborador de Fidel Castro, tildó a Gabo de «milagroso» al salir de la isla en 1994 gracias a su mediación.

Tras la oleada represiva contra disidentes en Cuba conocida como la «Primavera Negra» de 2003, y la reacción internacional que provocó, el propio García Márquez subrayó su oposición total a la pena de muerte y dijo que había ayudado a liberar a numerosos presos políticos cubanos.

Lo cierto es que en la isla García Márquez realizó algunas «incursiones» políticas. Cuando Cuba y Colombia restablecieron relaciones diplomáticas en 2004, Bogotá llegó a calificarlo como su «embajador sin título».

En 2005, Fidel Castro reveló que el escritor fue portador en 1997 de un mensaje suyo para el entonces presidente de EE.UU., Bill Clinton, en el que alertaba sobre actos terroristas contra Cuba.

Además, Gabo participó en conversaciones en La Habana con delegados del Gobierno colombiano y del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en el marco de un diálogo exploratorio para abrir un proceso de paz en su país.

Pero quizás su «misión» más importante en Cuba estuvo relacionada con el cine, su gran pasión junto a la literatura y el periodismo.

Fue fundador en la isla del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) y de la Fundación del NuevoCine Latinoamericano (FNCL), que presidía.

Su última aparición pública en Cuba fue en diciembre de 2010, cuando asistió al 32 Festival de Cine de La Habana donde su presencia era tradición. EFE

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