La sobrevivencia de la dictadura cubana se pelea en Venezuela

Carlos Sánchez Berzaín
Miami, Estados Unidos

La crisis en Venezuela ha puesto en evidencia muchas cosas. La dictadura de Maduro, la lucha del pueblo venezolano por recuperar su libertad y democracia, el heroísmo de la juventud venezolana, la profundidad de la intervención cubana en los estados del denominado socialismo del siglo XXI, la decisión de los dictadores de mantenerse en el poder a como dé lugar, la violación de los derechos humanos como política de estado, y ahora, no hay duda, que la disputa de fondo en Venezuela es la sobrevivencia de la dictadura cubana. La continuidad del régimen castrista, después de 55 años de dictadura, es la cuestión política central del conflicto venezolano.

Hace pocos días, Moody’s decidió bajar la calificación de Cuba luego de evaluar la vulnerabilidad de este país a choques externos y domésticos, en relación a países con calificación similar. Moody’s es una agencia de calificación de riesgo que trabaja en investigación financiera internacional y en el análisis de entidades comerciales y gubernamentales; es un proveedor de calificaciones crediticias, investigación y análisis de riesgos que cubre cerca de 115 países, 11.000 emisores corporativos y 21.000 emisores de finanzas públicas.

La calificadora de riesgos ha constatado que en cuanto a los choques externos, Cuba depende de Venezuela para obtener petróleo, el cual importa con favorables condiciones de financiamiento a través del acuerdo Petrocaribe. La calificación crediticia de Cuba ha sido bajada de Caa1 a Caa2 que son títulos de baja solvencia que presentan riesgo de impago, o sea que de una mala calificación la dictadura cubana ha caído a la peor.

Lo destacable es que Moody’s advierte sobre la posibilidad de un «colapso financiero de Venezuela de la que Cuba depende en muy buena medida», expresando que por «datos de los crecientes e insostenibles desequilibrios macroeconómicos de Venezuela y el alto riesgo de un colapso económico y financiero, el futuro de este acuerdo es incierto, lo que deja a Cuba vulnerable a un fuerte ajuste en el costo de sus importaciones energéticas».

Lo que la agencia de calificación acaba de recordar desde la economía, es algo que aún se trata de soslayar, tapar y manipular desde la política. La crisis de Venezuela es la crisis de Cuba, de manera que si cae Maduro en Venezuela el Gobierno de los Castro en Cuba no se sostiene. La dictadura castrista tiene que defender el poder político en Venezuela porque se está jugando la vida. Un Gobierno democrático en Venezuela que suspenda la exportación (regalo en criterio de los opositores venezolanos) de petróleo con destino a Cuba, produce simplemente el fin del Gobierno dictatorial de la isla.

En estrategia no se puede cometer el error de no definir y saber quién es el adversario. Si no se reconoce exactamente contra quien se lucha y a quien se confronta, se corre el grave riesgo de perder y perecer. Quienes piensen que el enemigo de la libertad y la democracia en Venezuela es solo el dictador Maduro, corren el riesgo de confundir el «operador» con el «enemigo», el ejecutor de los mandados con el mandatario. Los enemigos de Venezuela son sus actuales dueños: los dictadores Castro, la dictadura de Cuba. Lo mismo pasa en Ecuador, Bolivia y Nicaragua donde han instituido las dictaduras del siglo XXI.

Reconocer en Venezuela a la dictadura cubana como el verdadero espíritu del Gobierno títere de Maduro, por interés de su propia sobrevivencia, ayudará grandemente a derrotar las prácticas y alcances de la estrategia de «eterna sobrevivencia» utilizada por la dictadura castrista para haber durado hasta hoy.

El fin de la dictadura en Venezuela trae consigo el fin de la dictadura en Cuba y en los países ocupados por el neocomunismo, ahora denominado socialismo del siglo XXI. La sobrevivencia de la dictadura cubana se decide en Venezuela y la están peleando los Castro, sus agentes, sus fuerzas de represión, sus servicios de inteligencia, de prensa y todas sus agencias. Por esta razón la recuperación de la democracia es ardua, pero está más cerca de lo que parece.

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