Más de lo mismo en la defensa de la dictadura en Venezuela

Carlos Sánchez Berzaín
Miami, Estados Unidos

El libreto que ejecuta el Gobierno venezolano para mantenerse ilegal e ilegítimamente en el poder es sólo la repetición de los mecanismos utilizados por el castrismo en Cuba, Bolivia, Ecuador y otros países.

Los regímenes alineados en el denominado socialismo del siglo XXI que han terminado con la democracia en sus países, están preparados con «manual» para situaciones como la que hoy afronta Venezuela.

Los castristas saben que en cualquier momento pueden producirse expresiones de búsqueda de recuperación de la libertad y la primera regla es prevenir buscando el control de los sectores sociales, reclutando o neutralizando el liderazgo de potenciales amenazas.

Por eso destrozan el sistema de partidos políticos, criminalizan a los líderes de oposición, los persiguen y asesinan sus reputaciones mediante la fabricación de procesos y campañas. Se apoderan de los medios de comunicación y buscan hacer desaparecer la libertad de prensa y de expresión. Controlan todos los poderes del Estado e implementan un sistema de represión judicial para darle a los ciudadanos la señal de que la única manera de hacer política es del lado del Gobierno.

Con todo ese andamiaje de poder, cuando se producen movimientos de reclamo por la libertad y la democracia lo primero que utilizan es la «represión violenta» y directa como hemos visto en los últimos meses en Venezuela, como sucedió en las más de 15 masacres producidas por Evo Morales durante su Gobierno, como pasó en Ecuador en el denominado 30 S y como sucederá siempre en estos Gobiernos dictatoriales. Buscan «terminar con el liderazgo de la oposición» por medio de acusaciones, amenazas, detenciones y ejecuciones.

Así hemos visto pasar recientemente en Venezuela con la detención de Leopoldo López hoy preso político, aislado y silenciado, los alcaldes y centenas de estudiantes presos, violados, heridos, muertos y toda la sociedad amenazada. Igual sucedió en Bolivia el 2008 cuando 6 de los 9 departamentos del país se oponían a Evo Morales que terminó ordenando la «masacre del hotel Las Américas» cuya responsabilidad asumió personalmente el mismo día desde Caracas.

Ponen en marcha la «división de la oposición» para lo que usan la amenaza, la infiltración, la presión y el manejo de la esperanza de que las cosas puedan terminar pronto.

Cuando todo esto no contiene el conflicto ponen en acción su sistema de «respaldo internacional» y si es imprescindible ponen en marcha el mecanismo del «diálogo para mantenerse en el poder» por medio de los Gobiernos dependientes de los negocios petroleros de Venezuela, a través de mecanismos creados para eso, como Unasur ya ha intervenido en Bolivia, Ecuador y ahora en Venezuela.

Reclaman impropiamente el respeto al principio «no intervención» contra Gobiernos que opinan en defensa de la libertad, mientras ejecutan todas estas reiteradas violaciones a los derechos humanos. Ejercen el «control de la información» y directa pero encubiertamente ejecutan su plan preestablecido «operado por cubanos castristas», que ni responden a las reiteradas denuncias y pruebas de su intervención.

Pasan al ataque implementando la «denuncia de derrocamiento con magnicidio», siempre vinculado al discurso antiimperialista y a acusaciones contra diplomáticos de los Estados Unidos y de países que se hayan manifestado en contra de los abusos del régimen dictatorial. Luego se consolidan y preparan el fraude para la «utilización de las elecciones» como mecanismo de simulación de normalidad. ¿Acaso no hemos visto ya esto en Bolivia el 2008, en Ecuador el 2010 y siempre en la Cuba castrista?.

Es lo mismo que estamos viendo hoy en Venezuela y que terminará con el enjuiciamiento, apresamiento y/o exilio de los defensores de la libertad convertidos en criminales, traidores a la patria y asesinos, porque los dictadores también tienen en su bagaje la «acusación de sus propios crímenes a sus víctimas».

Es la violación flagrante de los derechos fundamentales y del estado de derecho. Es más de lo mismo en la defensa de las dictaduras del siglo XXI.

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