El fracaso

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

Me llama la atención que Luis Chiriboga haya planteado, con el camerino tricolor todavía caliente y oliendo a derrota, la renovación del contrato a Reinaldo Rueda. Un momentito, presidente de la FEF. Primero respire, tómese una caipirinha y póngase a pensar. No es tan fácil, por más que el sistema que impera en el país sea el de las decisiones unilaterales. Atrás de usted lo mira todo un país que le da nombre a este equipo de futbolistas y hay que rendir cuentas. Así que empecemos.

Lo de Brasil es un fracaso rotundo. Por donde se lo mire. No puede ser que después de un proceso de cuatro años, el equipo de Ecuador se presente a jugar en la máxima fiesta del fútbol, la de gala, la consagratoria, con su peor facha. Lo demostrado en la cancha por este grupo de buenos muchachos fue un conjunto de ganas, de esfuerzo, de sudor, de garra en algún momento, y de lágrimas al final, pero de fútbol, nada. O casi nada, para no ser muy malo.

El hecho concreto, después de un largo proceso que usted lideró, es que le ganamos a Honduras. Al peor equipo del mundial, y con las justas. Gracias a Enner Valencia, un jugador que hace apenas un año no existía en la Selección y que apareció como una gracia divina para salvarnos del papelón internacional. Valencia es un accidente fortuito en Ecuador que brilló en los dos primeros partidos y en el tercero, el arquero Domínguez. No perdimos por sus buenas atajadas ante Francia.

¿Y el resto del equipo? No podríamos decir si vimos un equipo realmente. La unión hace la fuerza dicen por ahí y este es un grupo unido, Pero el buen fútbol hace un buen equipo, no sus individualidades. Brasil y Argentina están padeciendo lo mismo, si sirve para consuelo.

El técnico Rueda no peca de ser un flojo para el trabajo, como lo era el Bolillo. O de ser un seco en sus sentimientos, como es Suárez. Rueda parece que no puede crear la más simple sinfonía con los instrumentos que le ponen, que no son los mejores del mundo, por cierto. Pero ahí debería estar precisamente su arte: conseguir de lo poco, mucho. Costa Rica nos está dando una lección.

De aquello tuvimos varias pistas en las eliminatorias, que son un concurso al que asistimos con trampita: la altura de Quito. Mientras nos sigamos engañando que somos buenos porque ganamos en la Capital, no mejoraremos nuestro nivel de competencia. Así que la primera decisión, que ojalá no la tome usted, sería aterrizar la sede donde más convenga para crear un estilo de juego, que ponga una firma en cada cancha en donde se presente esta selección. Sea en Ecuador o en el extranjero.

Y decía que ojalá no tome usted esa decisión, porque los ciclos se cumplen y el suyo, hace rato. Pero aquí a los líderes les encanta quedarse para siempre. Se creen indispensables y piensan que si no están ellos, viene el desastre. El desastre ya llegó al fútbol ecuatoriano y usted no lo quiere ver cada martes, cuando se reúne la FEF para escuchar los lamentos de clubes quebrados y futbolistas con sueldos atrasados de varios meses.

Así que gracias por los tres mundiales y gracias por la frustración, también.

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