Estudiantes, seres alados, enjaulados

Álvaro Alemán

Alvaro Alemán
Quito, Ecuador

El novelista de origen ruso Valdimir Nabokov, hijo de la nobleza tzarista y desterrado por la revolución primero a Europa Occidental y luego a los EEUU, inicia su trayecto en ese país como lepidóptero—experto en mariposas—contratado por la universidad de Harvard. Nabokov publicará varias novelas en lo posterior, ninguna tan aclamada como Lolita (1965) y se convertirá en uno de los escritores más importantes del siglo XX. Nabokov es responsable por la denominación de 16 especies de mariposas, que llevan los nombres de sus personajes de ficción, y además por la difusión de un trabajo científico, escrito en su deslumbrante prosa literaria, sobre el origen de la poluyommatus azul. Dice el autor que esta especie migra al continente americano en 5 sucesivas olas migratorias, desde Siberia hacia la ciudad de Nome en Alaska, desde donde se difunde hacia el sur “con esa ciudad como un clavo que sirve de eje de una gigantesca herradura”. La imagen inicial de su texto dice “ la colonización podría haber sido observada por un taxónomo moderno sentado sobre una máquina de tiempo wellsiana”. En el 2011, la Real Sociedad científica de Gran Bretaña confirma la teoría “extravagante” de Nabokov por medio de pruebas genéticas sobre la población de mariposas.

El autor británico Charles Dickens adopta varios cuervos como mascotas durante su vida. Uno de ellos, Grip, fallece en 1875 y el novelista decide disecarlo, siguiendo el ejemplo reciente de Jorge IV, que diseca una jirafa que tenía como mascota. Dickens monta al ave en su estudio y acepta la sugerencia de sus hijos de “incluirlo” en su más reciente novela. Este libro, Barnaby Rudge, es reseñado en Filadelfia, EEUU por un joven Edgar Allan Poe, que afirma que Dickens desperdicia una oportunidad al no incluir los graznidos proféticos del ave en el diseño de esta novela enmarañada. Esto a su vez inicia una correspondencia entre ambos escritores pero, lo más importante, inspira a Poe a escribir “El cuervo”, un poema extenso que lo convierte pronto, en una celebridad literaria bona fide.

Tanto las mariposas de Nabokov como el cuervo de Dickens (luego de Poe) se han convertido, con el paso del tiempo, en figuras del destierro. Entre nosotros, la palabra kichwa mitmay, o mitimae, designa la práctica del antiguo imperio inca de trasladar comunidades rebeldes a coordenadas geográficas distintas en que residían sujetos leales, conquistados. El desarraigo consiste en el desplazamiento forzoso de un sujeto o varios hacia un entorno de obediencia debida. Las mariposas de Nabokov sufrían durante horas bajo su lente de magnificación, mientras examinaba, a veces 6 horas seguidas, sus órganos de reproducción. El cuervo de Dickens aprendió a imitar la voz humana y, luego de morir (por haber picoteado paredes con pintura de alto contenido de plomo), su cáscara siguió habitando la leyenda humana de la fauna organizada en un “reino”. La migración de estos seres hacia la literatura, hacia la leyenda, hacia la taxonomía científica anuncia una separación contundente de su alteridad, de su diferencia radical y los ancla en un mundo de sentidos predispuestos a retenerlos para siempre, en una realidad domesticada.

Algo similar ocurre con los estudiantes ecuatorianos, sub specie aeternitatis, una vez apresados, son trasladados a parajes educativos distintos, desterrados, o expulsados. El sistema educativo ecuatoriano (tanto el público como el privado), apremiado por índices internacionales de rendimiento académico y desempeño, por votos, por simpatías demasiado lentas en mostrarse, por sobrepoblación estudiantil, por exigencias gubernamentales y por muchos otros elementos, destierra cotidianamente a una población adolescente vulnerable y, a estas alturas, que entiende perfectamente el precio del desarrollo de una perspectiva “crítica”. Las atrocidades de las dictaduras militares del cono sur, al ser investigadas dejaron como saldo una serie de publicaciones importantes que sirven hoy de testimonio de la extensión de la tragedia. Las más importantes de ellas recogen una frase que resuena en el ámbito de la resistencia política latinoamericana y que, paradójicamente, es la misma que entona repetidas veces el cuervo de Poe (y de Dickens): “Nunca más”.

 

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