Escribir es la victoria

María Fernanda Egas
Miami, Estados Unidos

Un slogan que se cumple al finalizar el más reciente libro de Fernando Villavicencio, quien ha logrado desde el exilio publicar “Sarayacu, la derrota del jabalí”, un compendio de sus más recientes denuncias, muchas de las cuales lo han llevado a vivir esta historia de persecución sin precedentes dentro del territorio plurinacional.

Apenas pasada la última Navidad, su domicilio fue invadido por miembros de la fuerza pública mientras el país gozaba de un ocurrido feriado de fin de año. Villavicencio era asesor del asambleísta por Pachacutik, Cléver Jiménez, quien también tuviera a continuación allanada su oficina, bajo acusaciones de haber hackeado el correo electrónico del Presidente del Ecuador. Esta acusación fue luego desestimada por él mismo, pero nunca hubo una disculpa pública por ello ni por las invasiones domiciliarias. Sin embargo, la persecución apenas habría empezado.

Cuando el largo brazo del poder ha demostrado no tener límites para alcanzar a denunciantes de la corrupción, llega este relato de quienes por la fuerza acaban siendo los protagonistas de una aventura que nos lleva a la inmersión en la cosmovisión de los pobladores de Sarayacu, quienes les ofrecen su protección y por ello ven su paz agobiada por un estado de terror, con inusitados sobrevuelos perturbadores y su territorio sitiado. Una auténtica cacería por haber pedido investigar los acontecimientos del 30 de septiembre del 2010.

Pero los Sarayacu no pueden ser intimidados por quienes alguna vez fueron sus defensores y tomaron su principio del Sumak Kawsay para plasmarlo en la Constitución de Montecristi. No. Ellos son auténticos en su respeto y defensa a los derechos humanos y en su compromiso de proteger a Villavicencio, Jiménez y al doctor Carlos Figueroa, a quien recientemente vimos vivir uno de los episodios más deleznables al habérsele permitido asistir tan solo unos minutos al funeral de su madre, luego de haber sido capturado cuando quiso visitarla en su agonía.

“Sarayacu, la derrota del jabalí”, evoca un pasaje onírico que les da a los protectores de los perseguidos la certeza de que la violencia, esta vez, no triunfará.

Villavicencio inicia este testimonio recordando las traiciones de sus ex compañeros de lucha de esa izquierda otrora revolucionaria y hoy acomodada en el poder. Detalla algunos de los casos que investigara y que habrían motivado la invasión a su domicilio para confiscarle su computador, como el supuesto conflicto de intereses de la firma Foley Hoagg al servicio del gobierno o los, según Villavicencio, conflictos de intereses del Fiscal General quien también habría representado a otras petroleras.

Según Villavicencio, el gobierno que pretendió fungir como ambientalista con campañas internacionales y de alto costo como la iniciativa Yasuní-ITT y su arremetida contra Chevron, habría beneficiado largamente a varias petroleras, limpiándolas de pecado durante su primera gestión.

Como la acusación oficial es por injuria maliciosa por haber solicitado la indagación sobre el 30-S, Villavicencio pone toda la carne en el asador sobre este tema. Documentos del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, GIR, GOE, declaraciones a la prensa nacional e internacional de los involucrados en un día de luto para el Ecuador. Un verdadero compendio de lo que la prensa bajo autocensura no volverá a publicar y que seguro servirá de gran ayuda memoria tanto para la comisión investigadora como para todo aquél que se atreva a buscar más allá de una verdad oficial que pretende imponerse sin pasar la prueba de fuego: la respuesta a las preguntas formuladas por “los tres del 30-S”.

Silenciar a Villavicencio no fue buena idea. Días después del allanamiento a su residencia familiar viajó a la sede de la CIDH en Washington, la cual no solo le concedió sino que reiteró las medidas cautelares. Sin embargo, asegura, el mismo gobierno que hizo uso de este instrumento internacional de protección de los derechos humanos en el caso de un ecuatoriano condenado a muerte en Estados Unidos, las desconoce cuando se trata de su perseguido político. Desde el Imperio, Villavicencio dio a conocer que toda la información confiscada junto con su computador personal se encontraba en “la nube”.

Y desde allí hoy ve la luz.

Aunque sus otrora compañeros de izquierda crean que destruyendo al hombre irían a acabar con sus ideas, “Sarayacu, la derrota del jabalí” es la sobrevivencia al terror y a la persecución, a la censura y al allanamiento. Es la prueba de todo menos del paradero de su autor, y de la falta de sentido de autoprotección al haber regresado adonde era uno de los más buscados sin haber disparado una sola bala. Al final nos queda un sinsabor al no tener las voces de Jiménez ni Figueroa en el relato. Ojalá y solo sea para publicar el propio.

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