Los incentivos

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

El último proyecto remitido por el Ejecutivo a la Asamblea Nacional es ofensivo en la segunda parte de su título: Ley Orgánica de Incentivos a la Producción y Prevención del Fraude Fiscal; asumiendo, una vez más, que la intención fundamental de la existencia de los ciudadanos es estafar al tesoro público. Presume la culpabilidad y no lo contrario, que es lo que ordena la Constitución. Y después la revolución se sorprende que nacionales ni extranjeros quieran invertir en el país. Es evidente que el fisco solamente aspira recaudar más impuestos para compensar la pérdida de ingresos por concepto de la caída de los precios internacionales del petróleo. No existen verdaderos incentivos a la producción.

El proyecto de reformas laborales tampoco ayuda. Intenta imponer el criterio de que los altos directivos no corren la misma suerte de los que menos ganan cuando una empresa quiebra o le va bien. Todos estamos en el mismo barco. La teoría dice que si el salario se incrementa desmesuradamente, sin considerar la variación de precios y la productividad, se desestimula la creación de empleo para los jóvenes. Decretar la estabilidad laboral y reducir la brecha salarial asesina a las empresas, porque no toma en consideración la necesidad de cuidar los egresos para poder competir globalmente. Las compañías se dedicarán a reducir gastos para evitar desparecer. Elimina la posibilidad del crecimiento y la innovación.

Durante siete años el salario básico unificado se ha duplicado, pero la economía no ha crecido al mismo ritmo. La productividad ha decrecido para permitir que el ingreso familiar supere el costo de la canasta básica. Lo cual es bueno, pero los incrementos del salario básico de los últimos años no se han basado en criterios técnicos, sino en función de la sumatoria de la inflación proyectada y a un factor arbitrario denominado “equidad”. Esta política salarial no ha permitido generar empleos que incluyan a la informalidad y al empleo inadecuado dentro de la formalidad.

Es fácil administrar con recursos colosales. Los verdaderos administradores se prueban en épocas de escasez, como en la que estamos entrando. Las reformas no avizoran un interés de mejorar el nivel de vida de la sociedad. Ni siquiera pareciera que quieren socializar, que es una palabra que significa conducirnos al socialismo. No existe ideología, solamente el afán de mantener a una persona en el poder indefinidamente.

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