Mauricio Rodas, ¿un político light?

Felipe Burbano de Lara
Quito, Ecuador

Gana entre un sector importante de quiteños la sensación de tener como alcalde a un “político light”. Con ello, se alude a dos fenómenos: por un lado, a su poca densidad política e ideológica, de donde pudiéramos esperar una visión más clara de la ciudad, con temas polémicos y controversiales alrededor de los cuales los quiteños debatamos y nos movilicemos. Por otro lado, a un estilo político centrado en cuidar la imagen y popularidad, para lo cual Rodas pretende ser un alcalde de todos, pero a condición de no proponer mucho ni hacer olas.

La falta de densidad ideológica y política lo lleva a una ausencia de proyectos fuertes para Quito. Más allá del metro, ¿qué otra propuesta tiene? Una vez cumplidas sus dos sencillas ofertas de campaña –bajar impuestos y multas–, ¿qué más hay en el horizonte de la ciudad? Es poco lo que Rodas ha planteado sobre temas tan cruciales como el modelo de gobierno local, autonomía de la ciudad, modernización del pesado aparato municipal, proyectos ambientales y ecológicos, el Centro Histórico, los servicios de la ciudad… Lo único que ha movilizado la Alcaldía es una votación virtual para convertir a Quito en una de las siete maravillas del mundo. En esos vacíos, se retrata la idea de un “político light”. Lo hemos palpado estos días en las moribundas fiestas de Quito. No hemos visto una visión cultural de la ciudad capaz de reemplazar la poderosa dinámica que generaban las corridas de toros alrededor del mestizaje hispánico. Augusto Barrera mutiló esos referentes culturales de la ciudad, pero Rodas no ha tenido la imaginación para sustituirlos con nuevos. Su idea principal fue un gran festival de música, inicialmente pagado pero luego gratuito por la falta de entusiasmo que despertaba, teniendo a una estrella del rock mundial como principal atracción. Un festival de música, posible de realizarse en cualquier momento del año, difícilmente puede constituirse en un referente cultural ligado a la historia de la ciudad. Lo ocurrido con las fiestas muestra los laberintos identitarios en los que vive Quito desde hace ya algún tiempo.

El estilo light de Rodas se muestra en la ausencia de controversias enriquecedoras para la ciudad. No debatimos nada: ni lo que ocurre dentro del Cabildo en términos políticos y burocráticos, ni la dimensión de lo público, ni la calidad de los servicios, ni la modernización de la ciudad, ni la participación de los ciudadanos. Existe la sensación de que Rodas quiere siempre proyectar la imagen de que el diálogo, la apertura, el optimismo, la buena voluntad, las oportunidades que surgen en el camino resolverán los problemas. Si unos quieren cantar el himno a Quito con la cuarta estrofa, pues que lo hagan; si otros con la segunda, también. Si bien es un estilo menos polarizante que el de Barrera y la revolución, lleva a cierta inmovilidad de los ciudadanos, a no saber por qué jugarnos, qué discutir, por qué pelearnos, en el buen sentido. La necesidad de evitar flancos que dañen la siempre bien cuidada imagen –lo que más importa–, junto a ideas como hacer de Quito una de las siete maravillas del mundo, parecería que nos llevan a una cierta liviandad en la manera de asumir la ciudad.

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* Felipe Burbano de Lara es periodista quiteño, exdirector del diario HOY, profesor de la Flacso. Su texto ha sido publicado originalmente en el diario El Universo.

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