El Islam no es el punto

María Dolores Miño

María Dolores Miño
Quito, Ecuador

A partir de la terrible masacre a los caricaturistas del semanario humorístico Charlie Hebdon, mucho de la discusión se ha centrado alrededor del peligro del extremismo musulmán en el mundo occidental, exacerbando los ya fuertes sentimientos anti-islamistas que existen en Europa especialmente. Personalmente, creo que no es el punto y que al enfocar el asunto a un tema de estricto conflicto entre el mundo árabe y occidente, estamos dejando de lado lo que realmente debería indignarnos de este hecho: la violación grotesca a la libertad y el efecto inhibitorio que este hecho pretende tener no solo en la prensa sino en la ciudadanía en general.

Porque el ataque a la revista no pretende tan solo eliminar a los caricaturistas que con su humor de denuncia resultan incómodos a un grupo extremista e intolerante. Pretende, en realidad, mandar un mensaje amenazante a todos quienes quisieran hacer lo mismo, con el único fin de infundir miedo y de que estos asuntos, que son de interés general, no sean discutidos abiertamente.

Ello es especialmente grave en Francia, donde la comunidad árabe ha sido marginalizada a nivel económico y social. Donde constantemente se dan conflictos entre Estado Francés y la minoría árabe, los primeros defendiendo a rajatabla el laicismo (generando a veces situaciones igualmente extremas e intolerantes), y los segundos que demandan justamente libertad para practicar sus costumbres y tradiciones, en aras de la diversidad. Ejemplo: la prohibición total al uso de la burqa en espacios públicos.

Así, cuando se rechazan los ataques, cuando el hashtag #jesuisCharlie se vuelve viral, no se pretende atacar al mundo musulmán, ni mucho menos entrar en un debate sobre los conflictos oriente occidente. De hecho, creo que el que hayan sido extremistas musulmanes los perpetradores es lo menos importante en el caso. Lo relevante, lo que realmente debemos condenar, es la intolerancia de un grupo que se cree dueño de una única verdad, que no permite críticas, que pretende que las violaciones a derechos fundamentales que comete diariamente no sean denunciadas ni conocidas por el mundo, que ve como única opción de vida la eliminación de todo aquel que piensa y vive diferente. Ello no es resultado del Islam, sino de mentalidades perversas que no pueden reconocer en los otros a verdaderos seres humanos. Este tipo de líderes existen desgraciadamente, tanto en oriente como en occidente.

Lo que debemos condenar es entonces el extremismo en cualquiera de sus formas, y aplicado a cualquier religión o pensamiento político. El extremismo que no admite disidencia ni crítica, y que encuentra en la libertad (de expresión, de religión, de asociación, sexual, etc.) a su principal enemigo. El extremismo, que en aras de perpetuarse y de imponerse a la fuerza, utiliza cualquier medio posible a su alcance, ya sea el genocidio, el asesinato, la persecución judicial, el terror, o la simple exclusión social.

Más relacionadas