Repúblicas bananeras

Susana González
Guayaquil, Ecuador

Aunque la situación económica, política y social de Venezuela ha llegado a un extremo que en el horizonte del Ecuador todavía pareciera lejano, también es cierto que las similitudes entre sus gobernantes son más que evidentes. ¿Está Rafael Correa siguiendo varias de las recetas que han llevado al colapso a la nación bolivariana?

Hace pocos días, Nicolás Maduro dio otra muestra de incapacidad para gobernar, al aprobar un decreto que permite a los militares responder a las manifestaciones con armas de fuego. Su régimen muestra nuevamente vocación dictatorial, buscando frenar el descontento social a través del miedo y la represión.

La Venezuela de hoy es la enésima prueba de que –tarde o temprano– los modelos populistas fracasan. Igual que ocurría con las repúblicas bananeras de los sesenta en América Latina, el chavismo no hizo nada por impulsar sus industrias y diversificar la producción. Se las llamaba de esa forma, porque sus economías eran frágiles y dependían de unos pocos bienes primarios para exportar. Pero la situación se repite. Ahora el régimen de Maduro dependen de su único bien de exportación: el petróleo. La diferencia entre la Venezuela de hoy y las repúblicas bananeras de hace cincuenta años, es que ya no son las transnacionales las que imponen sus condiciones, controlando el precio de las exportaciones, sino que ahora los bancos de China son los que deciden la suerte del pueblo.

Pero si la situación es tan penosa en la tierra de Simón Bolívar, ¿qué futuro depara al Ecuador los bajos precios del crudo? Correa ha seguido una receta parecida a la venezolana, al no crear las condiciones para la inversión privada, generando incertidumbre con constantes reformas tributarias, metiendo la mano en la justicia y enarbolando un discurso violento contra los sectores empresariales. El resultado es que Ecuador también hipoteca su soberanía en función de liquidez, pasando el sombrero por el país asiático.

Correa no es el brillante economista que dice en su hoja de vida. Sin petróleo de 100 dólares, quedan al descubierto las fisuras de su modelo. El nerviosismo es notorio. Estando a dos años de las elecciones presidenciales, las ocho hidroeléctricas que prometió están a medio camino, su plan de cocinas de inducción es un rotundo fracaso, la Refinería del Pacífico sigue en el limbo y el precio del petróleo no le alcanza. Está tan nervioso, que hasta unos memes lo sacan de casillas…

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