Don Carlo de Verdi, una ópera sobre la soledad del poder y del amor

'Don Carlo' de Verdi en la Metropolitan Ópera del Lincoln Center de Nueva York. Foto de Miguel Molina para La República.EC

Nueva York.- Europa se encuentra en una guerra desoladora a pocos años de la muerte del más poderoso emperador de todos los tiempos, Carlos V. El rumor de la paz aparece ante la posibilidad del matrimonio del rey español Felipe II con Isabel de Valois, la mujer que estaba comprometida con su hijo don Carlos.

Ese es el argumento de ‘Don Carlo’, la ópera de Giuseppe Verdi que el jueves 2 de abril se presentó en la Metropolitan Ópera de Nueva York, ante el expectante público. A las 19h00 en punto de la noche se apagaron las luces en el Lincoln Center, sede de este espectáculo, y el telón se abrió. Terminó cerca de media noche.

‘Don Carlo’ consta de tres partes y cinco actos. En ellos se va dibujando el drama terrible que embarga al príncipe español, don Carlos, y su amada Isabel de Francia, que para lograr la paz en Europa tiene que contraer matrimonio con el monarca más poderoso del continente.

Pero de la mano de esa desgarradora historia de amor, Verdi describe la España despótica de los Habsburgo, ensombrecida por el miedo al monarca y el terror ante la Santa Inquisición. También la colosal ópera se refiere a la rebelión de los calvinistas en Flandes, apoyados por don Carlos, que es interpretado por el actor canadiense Yonghoon Lee.

Los rumores y la cruda evidencia van, lentamente, deshaciendo el tupido velo de la verdad y Felipe II empieza a sospechar que Isabel (la soprano italiana Barbara Frittoli) nunca lo amó, que hay otra persona en lo más recóndito de su deseo y en lo más sublime de su corazón. Sin embargo, tiene que asumir su responsabilidad de conductor del Estado frente a la rebelión en Flandes, de la cual, descubre, su propio hijo es cómplice.

Luego del dolor que la traición política de su hijo supone, Felipe II, interpretado por el actor y cantante italiano Ferruccio Furlanetto, decide castigarlo con la muerte.

Rodrigo, el confidente del rey y el mejor amigo de su hijo don Carlo, enreda los hechos para salvar al príncipe y a cambio se responsabiliza por la conspiración contra el monarca español. El Gran Inquisidor, por tanto, exige su muerte.

En esa tensión monstruosa, Carlos es liberado y antes de huir para asumir el mando de la rebelión en Flandes decide despedirse de Isabel y se encuentran en la tumba del emperador Carlos V. Al poco tiempo son descubiertos por Felipe II y el Gran Inquisidor quienes, luego de desarmarlo, le increpan por la comisión del peor de los pecados que un hijo puede cometer contra su padre. Y don Carlos encuentra la muerte.

La trágica historia que Verdi puso en escena por primera vez en 1867 no pierde su fuerza ni su capacidad de encarnar dos situaciones humanas que nos acompañarán hasta el final de los tiempos: la soledad del poder y la soledad del amor. Puesta en escena por el director Yannick Nézet-Séguin, ‘Don Carlo’ explora los límites más desoladores de la condición humana.

Eran los tiempos en que España vivió el esplendor de su poderío y en que sobre su territorio no se ocultaba el sol. Habían conquistado América, hace décadas habían expulsado a los moros y reconquistado la península ibérica, impusieron la Santa Inquisición que se llevó a la hoguera cientos de almas inocentes. El fantasma del emperador Carlos V todavía suscitaba miedo en las monarquías europeas y Felipe II había impulsado la construcción de los más ambiciosos proyectos de infraestructura, como el nunca antes soñado Monasterio de El Escorial. También eran los tiempos en que Cervantes escribió El Quijote.

Y sin embargo, tal como lo ve Verdi, Felipe II no era sino un tirano que, al caer la noche y enfrentarse ante la oscuridad de su alcoba, estaba más solo y desamparado que el más miserable de sus súbditos. Es la soledad del poder, que les recuerda a los déspotas que están hechos de carne y hueso.

Para los ecuatorianos César Molina y su hijo Alan, ‘Don Carlo’ de Verdi fue una ópera fascinante, que reveló la capacidad del arte para lograr por medio de la catarsis la consciencia. Ambos elogiaron la voz de los artistas y la fuerza del argumento.

‘Don Carlo’ evoca la idea del hombre libre que, frente al oscurantismo católico y al poder omnisciente de la monarquía, se rebela incluso contra su propia sangre y su destino, por una convicción política y moral que lo sostiene pero también por el amor de una mujer imposible. Don Carlos, por ende, es un rebelde convencido y esa figura que de él ha hecho Verdi seguirá siendo un recordatorio sobre la libertad hasta el día que muera el último ser humano sobre la faz de la Tierra.

Don Carlo 2

Don Carlo 3

Don Carlo 4

Don Carlo 5

Don Carlo 6

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Crónica, MMD.

 

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