¿Y ahora… dónde compraremos nuestros libros?

Martina Rapido Ragozzino
Quito, Ecuador

A comienzos de la semana inició a difundirse por las redes sociales la noticia del cierre de la célebre librería LibriMundi ubicada en la Mariscal. Horas más tarde el rumor fue confirmado y muchas fueron las personas que lamentaban este hecho. Dicha librería se inauguró en el país en 1971 y se ha convertido en una de las librerías más importantes en el Ecuador. Sinceramente, nunca tuve la oportunidad de entrar a la sede ubicada en la Mariscal, pero numerosos fines de semana obligué a mis padres a entrar a una de las librerías de esa cadena y a comprarme el libro de la semana. Todos esos recuerdos volvieron a mi mente mientras tomada conciencia de esta noticia.

LibriMundi cierra porque ya no es rentable vender libros, la gente ya no lee como antes y -los que lo hacen- acuden a recursos electrónicos. Las librerías poco a poco van perdiendo su importancia. Hoy en día si entras a una librería te encuentras rodeada solo de libros, libros que fueron impresos y están ahí a la expectativa de que alguien los compre, de que alguien decida sumergirse entre sus páginas y hacer volar su imaginación, pero no hay personas. No hay gente que de vueltas y vueltas entre las estanterías en búsqueda de un buen libro.

Hace unas semanas entré a una librería ubicada en el valle. La chica que sentaba tras la caja me miró con asombro. Hojeé los libros y la cara de asombro de la chica no desvanecía. Parecía que no estaba acostumbrada a tratar con clientes por lo que se mantenía sentada –casi inmovilizada– tras la caja registradora. Cuando me acerqué para comprar un libro esta me miró y preguntó “¿Vas a comprarlo?” como si estuviese adquiriendo algo inútil, obsoleto, sin sentido. Esta puso el libro en una funda y –con un tono que a mi parecer sonaba sarcástico– dijo “Disfrute su lectura.” Ese día no lo vi de esta manera, pero ahora comprendo el asombro de esa empleada, la gente ya no va a las librerías.

La realidad es que el habito de leer ya no existe y los profesores cada vez más deben obligar a sus alumnos a “disfrutar” de un buen libro. Es triste caer en cuenta como uno mismo también ha ido perdiendo ese habito. Pasé de leer un libro a la semana a hacer grandes esfuerzos para terminar uno durante el semestre. Lo cierto es que ahora en nuestro tiempo libre existen otras mil cosas que hacer -tele, internet, celular, videojuegos– que siempre se deja el libro en segundo plano. El libro se ha convertido en una obligación y no en un placer, y eso hace que cada día menos personas decidan tomar un buen libro y leerlo.

Además, otro de los factores importantes que influyen en el cierre de las librerías, es el uso de la tecnología. Descargas de libros, libros escaneados, libros copiados están por todo el internet y cada vez es más fácil obtener un libro completo gratis. Los ipads y las computadoras se han convertido en las nuevas estanterías de las librerías. Las personas prefieren ahorrar el costo del libro y buscarlo en la web. Podré sonar un poco retrógrada pero soy de la idea que no es lo mismo leer un buen libro en físico que en la computadora. Coger el libro, sentir su tapa, oler sus páginas, doblarlas, mancharlas, llorar sobre ellas; ese es el verdadero significado de leer y nada podrá reemplazarlo.

No hace falta haber estado en la librería de la Mariscal para sentirse afectado por la noticia. La realidad es que nosotros estamos acabando con nuestras librerías. Este es solo un ejemplo, pero si nos ponemos a pensar hemos visto cerrar librerías a nuestro alrededor muchísimo en los últimos tiempos. La magia de las librerías y los libros se está desvaneciendo, pero cuando lleguen a cerrar todas ¿dónde compraremos nuestros libros? ¿Dónde compraremos la magia de abrir un libro y hacer volar nuestra imaginación?

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