¿Qué pide la guerrilla kurda para deponer las armas?

El comandante Cemal (Murat Karayilan), uno de los cinco sobrevivientes del pequeño grupo que originalmente fundó el PKK en 1978, saluda al movimiento guerrillero colombiano FARC por sus 50 aniversario el 29 de Mayo del 2014.

En los comunicados de las Fuerzas Armadas turcas jamás se nombra al Partido de Trabajadores de Kurdistán (PKK), alzado en armas contra Ankara desde hace treinta años: los tiroteos siempre se producen con «miembros de una organización terrorista separatista».

La frase está desfasada, porque hace más de dos años que el PKK ha renunciado oficialmente a su antigua pretensión de establecer un Kurdistán independiente y ha proclamado como objetivo de su lucha que los kurdos sean respetados como ciudadanos de pleno derecho en la República de Turquía.

Si bien los comunicados del PKK siguen utilizando la expresión «ejército ocupante de la República Turca», ya en marzo de 2013 el fundador e indiscutible líder de la guerrilla, Abdullah Öcalan, encarcelado desde 1999 en la isla de Imrali, cerca de Estambul, dejó las cosas claras al pedir reemplazar la lucha armada por un combate puramente político.

«La creación de geografías basadas en la etnia y una nación única es una fabricación inhumana (…). Tenemos todos la gran responsabilidad de crear un país igualitario, libre y democrático para todos los pueblos y culturas, acorde a la historia de Kurdistán y Anatolia», dijo el exguerrillero en un mensaje, base para un alto el fuego que duró hasta el 24 de julio pasado.

«En este nuevo período, entramos en un nuevo proceso en la República Turca, basado en la ciudadanía constitucional libre e igualitaria en una sociedad democrática», reiteró Öcalan en marzo pasado en un mensaje en el que establecía como base para el desarme los Acuerdos de Dolmabahçe.

Esos Acuerdos fueron consensuados en febrero pasado por el Gobierno y el PKK gracias a la mediación del partido izquierdista prokurdo HDP, cuyos diputados mediaron entre la cúpula guerrillera refugiada en el norte de Irak, el propio Öcalan y el Ejecutivo.

También los últimos comunicados del PKK, en los que prometen «resistencia total contra la guerra total» del Gobierno turco, citan Dolmabahçe como base para silenciar las armas y volver a la mesa de negociaciones, si bien al mismo tiempo piden «derrocar el gobierno fascista del AKP», el partido islamista en el poder desde 2002.

Sin embargo, los diez puntos de esos pactos, repudiados luego por el presidente, Recep Tayyip Erdogan, no contienen más que vaguedades sobre la democratización de Turquía, siendo quizás lo más significativo la «redefinición de la república democrática como patria común», lo que deja claro que no se trata ni de buscar la independencia, ni una autonomía regional.

Ya en 2013, representantes del partido prokurdo BDP de Diyarbakir -hoy transformado en el HDP- explicaron a Efe que no sería realista delimitar una región geográfica autónoma y que únicamente se trata de avanzar en la descentralización para otorgar mayor poder de decisión a alcaldes e instituciones elegidas localmente.

De hecho, si bien existen algunas provincias en el sureste casi exclusivamente habitadas por kurdos, otras muchas son mixtas, la mayor ciudad kurda es Estambul y, según algunas estimaciones, un tercio de los kurdos de Turquía viven en las urbes del oeste del país.

El documento de Dolmabahçe no menciona las condiciones que la izquierda kurda considera esenciales: la introducción del kurdo como idioma de enseñanza primaria para todos los alumnos que lo deseen, la liberación de numerosos presos sentenciados a largas penas de cárcel por sus vínculos con el PKK y la modificación de la cadena perpetua de Öcalan en arresto domiciliario.

El Gobierno del AKP ya introdujo en 2012 el kurdo como materia optativa en los colegios, un paso revolucionario tras 89 años de negarse la existencia de este idioma, por lo que el conflicto, desde el punto de vista pragmático, no se antoja ya imposible de resolver.

¿Por qué entonces se ha vuelto a la guerra? El analista turco Orhan Kemal Cengiz destaca, en declaraciones a Efe, el indudable beneficio que el conflicto aporta al AKP en estos momentos.

Pero sobre todo a Erdogan, tras el llamativo avance del HDP que ganó un 13 por ciento de los votos en las elecciones de junio pasado, arrebatando al AKP la mayoría absoluta.

«No me lo explico. No tiene lógica que el PKK reivindique asesinatos de policías precisamente cuando estaba ganando una buena imagen internacional por su combate contra el Estado Islámico», dijo en alusión al grupo yihadista que lucha para imponer su control en Irak y Siria.

«Es verdad que Erdogan ha engañado al PKK en las negociaciones, que el gobierno no ha cumplido sus promesas. Pero eso no es razón para volver a las armas», analiza Cengiz.

De hecho, la campaña de tiroteos, ametrallamientos y bombas que el PKK ha lanzado en el sureste del país «es un ataque sistemático contra los éxitos del HDP», denuncia el analista.

Al final, todo indica que el histórico conflicto kurdo se podría haber resuelto, como dijo el líder del HDP, Selahattin Demirtas, «en cuestión de una o dos semanas», pero que tal vez tanto Ankara como el PKK recelaban más de la paz que de una guerra en la que ambos bandos llevan muchos años cómodamente instalados. EFE [I]

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