Alonso Cueto: «la respuesta de la vida frente a la muerte es el arte»

Alonso Cueto, foto larepublica.ec

Guayaquil.- La Feria Internacional del Libro 2015 «Guayaquil es mi destino para leer y crecer», que tuvo como país invitado al Perú, nos trajo la presencia del escritor Alonso Cueto (Lima, 1954), Premio Herralde de Novela por «La Hora Azul» (2005), Premio Wiracocha (1985) por «El tigre blanco», Premio Anna Seghers 2000 (Alemania) por la totalidad de su obra, Beca guggenheim (2002-2003).

Cueto participó en un Diálogo de Literatura Latinoamericana actual el 12 de agosto junto con los escritores colombianos Piedad Bonnett, Jorge Franco, y la ecuatoriana Gabriela Alemán, quien actuaba como moderadora, así como en un conversatorio con Mónica Varea el día 13.

Este prolífero escritor es autor de novelas como: «Los vestidos de una dama»; «La batalla del pasado», «Deseo de noche»; «Amores de invierno», «El vuelo de la ceniza»; «Cinco para las nueve y otros cuentos», «Demonio del mediodía», «El otro amor de Diana Abril», «Grandes miradas», «Mario Vargas Llosa. La vida en movimiento, entrevista y ensayo», «El susurro de la mujer ballena», «La venganza del silencio», «La Pasajera».

Foto: elguardiandelibros.com
Foto: elguardiandelibros.com

Cueto estudió literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú, investigó la obra de Luis Cernuda en España, becado por el Instituto de Cultura Hispánica, y se doctoró en la Universidad de Texas con una tesis sobre Juan Carlos Onetti. 

He ejercido el periodismo y la docencia, y es miembro de número de la Academia Peruana de la Lengua. Vive en Lima con su esposa y sus dos hijos, uno de los cuales estudia música y el otro cine, dos carreras que Cueto admite que le hubiera gustado tener.

Asegura haber encontrado características comunes en los escritores. Según él, todos aman la música, les gusta viajar (leer una novela siempre implica un viaje) y son insomnes.

Respecto a su propia vocación como escritor, cree que puede venir del hecho de que él perdió a su padre cuando tenía 14 años, y en esa época se dedicó a leer excesivamente los versos del escritor  peruano César Vallejo, y encontraba que lo que el poeta decía era parecido a lo que él sentía. En momentos en que él se sentía sin un centro, sin un sentido, encontró en la poesía algo que fue mucho más reconfortante, más consolador, que lo acompañaba mucho más que las frases hechas de condolencia que le decían como: «te acompaño en el sentimiento», «lo siento mucho». Claro que agradecía todo esto, pero él sintió que esa poesía le tocaba en lo más profundo, y pensó «bueno, si esto se puede hacer, si la literatura me puede tocar en algo esencial, si yo me puedo emocionar con los versos de un poeta que murió en el año 1938, a quien yo nunca conocí, entonces esto sí me interesa, porque esto significa que no estamos tan solos en el mundo, que podemos comunicarnos entre nosotros, y que el tiempo, la muerte, la distancia, la separación, todo lo precario tiene un lugar y una respuesta en la vida, y lo que la vida ha intentado frente a la muerte es el arte, que es lo que permanece, lo que nos queda, lo que nos acompaña. Creo que el arte, el amor y la religión son las tres cosas que el hombre ha creado para enfrentar a la muerte. Y creo que de ahí nace esa necesidad mía de escribir».

LR: El tema del perdón y de la redención está muy presente en su obra.

AC: Claro. Ése es el tema de mi última novela «La Pasajera», que es la historia de un tipo que encuentra a esta mujer a la que conoció como una víctima en un cuartel en la guerra, y desde entonces quiere hacer algo por ella, ayudarla a estar mejor, se siente culpable, y quiere redimirse. Entonces, el tema de la culpa y la redención está en este libro y en buena parte de mi obra. Quizás son temas muy católicos, temas que tienen que ver con la cultura católica. Pero también me parece que, al mismo tiempo, la culpa es un tema universal, porque todos nosotros en algún momento de nuestra vida nos arrepentimos de algo, hay algo que pudimos haber hecho de otra manera, algo que pudimos haber saldado mejor. Mi primera obra se llama «La batalla del pasado», y creo que la relación que tiene uno con el pasado es esencial, el pasado a veces aparece en tu vida a través del recuerdo, entonces yo creo que puede ser que toque a muchos ese tema de la culpa, de la redención y de la relación con el pasado.

LR: Lo escucho decir en el conversatorio que todos esos premios que ha recibido no son importante, y me lo creo. Lo percibo como un hombre noble. ¿Cómo es usted?.

AC: Yo soy un hombre muy inseguro, me interesan los personajes inseguros, soy inseguro, pero hago las cosas. Dudo, hasta que tomo una decisión, por ejemplo, yo a los cuarenta y tanto años tenía un buen trabajo en el periódico, tenía un buen sueldo, una relación con el trabajo buena, pero no estaba contento. Entonces decidí renunciar al periódico y dedicarme única y exclusivamente a escribir. No era una cosa fácil de hacer porque teníamos dos hijos, tenía una serie de obligaciones, pero le dije a mi mujer no solamente renuncio, sino que no voy a buscar trabajo en otro lugar, voy a dedicar todo mi tiempo a escribir. Ahí sí fue una mezcla de inseguridad y de temeridad.

LR: Eso es una cosa muy valiente y auténtica.

AC:  Es algo más bien irresponsable, creo yo. Absurdo. (risas) Pero bueno, escribí «La Hora Azul» justamente en ese momento y gané el Premio Herralde y mi vida cambió para bien.

La última novela que ha escrito trata sobre un cantante popular, de valses, y no sabe exactamente cuando va a salir a la luz. Dentro de poco, dictará en Nueva York un curso de novela sobre Mario Vargas Llosa.

María Rosa Jurado/Fotos: LaRepublica.ec (I)

Alonso Cueto y María Rosa Jurado. Foto: LaRepública
Alonso Cueto y María Rosa Jurado. Foto: LaRepública

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