Diez meses después de la revuelta que finiquitó 27 años de gobierno del presidente Blaise Compaoré y a menos de un mes de elecciones, una facción del Ejército de Burkina Faso ha dado un golpe de estado que ha puesto fin a una transición que había inspirado a otros pueblos sometidos en la región.
Un militar confirmaba a primera hora de la mañana lo que todos los burkineses temían desde que conocieron en la tarde de ayer que su presidente, el diplomático Michel Kafando, y su primer ministro, el militar Isaac Zida, habían sido retenidos por soldados de la guardia presidencial.
«Las fuerzas patrióticas y democráticas, compuestas por todos los sectores de las nación y reunidas en el seno del Consejo Nacional de la Democracia (CND), han decidido terminar con el régimen de la transición», afirmó el teniente Mamadou Bamba, en un declaración leída en la televisión estatal, la RTB.
El Gobierno quedaba disuelto y se arrogaba la autoridad una nueva institución militar dada a conocer como Consejo Nacional de la Democracia, y presidida por el general Gilbert Diendéré, exjefe del Estado Mayor del exdictador Compaoré.
Como hace un año, los burkineses volvieron a echarse a las calles para protestar contra otra tiranía, procedente en este caso de una facción del estamento militar, y de nuevo volvieron a ser reprimidos con fuerza.
Una persona murió y varias resultaron heridas en la capital, Uagadugú, al ser tiroteadas por soldados, que durante la jornada también han perseguido a miembros de la oposición que intentaban manifestarse, apoyados por grupos de la sociedad civil y sindicatos.
Diendéré, jefe histórico de la guardia presidencial que mantiene retenidos desde ayer a los líderes de la transición, explicó que sus hombres decidieron «pasar a la acción» ante las «medidas de exclusión» tomadas por la administración interina.
El general aludía así a la reciente reforma de la ley electoral del Ejecutivo de Kafando, que ha vetado la presentación de candidaturas a los afines al expresidente Compaoré, forzado a dimitir tras las históricas protestas de hace un año.
El líder de los golpistas aclaró que la «cercanía» de los insurrectos con el partido del exdictador, el Congreso para la Democracia y el Progreso (CDP), no ha sido lo que les ha llevado a tomar la iniciativa.
Querían evitar, añadió, «la desestabilización del país».
En declaraciones al semanario Jeune Afrique, Diendéré aseguró que el presidente y el jefe de gobierno de la transición se encuentran bien» y que serían «liberados», sin abundar en el tiempo que esto tardaría en producirse.
Kafando y Zida permanecen retenidos desde ayer por el Regimiento de Seguridad Presidencial (RSP) o guardia presidencial en régimen de «arresto domiciliario», según los golpistas.
Diendéré también dijo que las elecciones se van a celebrar, pero sin concretar la fecha.
«Queremos discutir con todos los actores políticos para volver a comenzar desde una buena base. Las elecciones se celebrarán, pero primero debemos ponernos de acuerdo», indicó.
Las primeras acciones del líder golpista han sido las de cerrar las fronteras y establecer un toque de queda, medidas que ya han sufrido ciudadanos de regímenes autoritarios africanos como Burundi, y que una vez miraron esperanzados el ejemplo de Burkina Faso.
Fracasada la transición civil, la excolonia francesa ha sumado finalmente el sexto golpe de estado a la turbulenta historia que le ha zarandeado desde su independencia, en 1960.
En el último pronunciamiento hasta hoy, el que permitió llegar al poder a Compaoré en 1987, fue asesinado el revolucionario Thomas Sankara, líder nacional que liberó a Burkina de la tutela francesa a la que todavía entonces estaba sometida.
Hoy, muchos volvieron a apelar en las redes sociales al recuerdo de Sankara, conocido como el «Che Guevara Africano», cuyo espíritu parece haber vuelto a sucumbir ante el mismo cuerpo militar que se manchó las manos con su sangre hace 28 años. EFE [I]