Triunfo de Macri y lecciones para Ecuador

Su triunfo es importante no solo porque Argentina es la mayor economía sudamericana después de Brasil, sino porque Macri ha condicionado la permanencia de Venezuela en Mercosur a que Nicolás Maduro libere a los presos políticos, cuyo rostro más visible es Leopoldo López, y garantice transparencia en las elecciones legislativas el próximo 6 de diciembre, en las cuales, si no hay fraude, se vaticina una contundente victoria de la oposición. El cambio en Argentina podría ser la antesala del cambio en Venezuela.

Así, la victoria de Macri representa una esperanza de giro continental hacia la defensa de la democracia y las libertades, que están por encima del debate entre izquierda y derecha. Y el peso geopolítico de Argentina puede envalentonar a gobiernos civilizados de izquierda, como Chile y Uruguay, para alzar la voz contra sus pares autoritarios del socialismo bolivariano. Por último, una mejora —veremos si llega— en la atribulada economía argentina agravará el desprestigio del modelo despilfarrador de Venezuela, Brasil y Ecuador, hoy hundidos, los tres, en recesión.

Casa adentro, también el resultado argentino deja lecciones a la oposición en Ecuador. Todo el mundo se cree general después de la guerra y algunos acá interpretan conclusiones diametralmente opuestas a las estrategias de que le dieron el triunfo a Macri, que se logró contra viento y marea, con apuestas arriesgadísimas tanto a nivel nacional como en la provincia de Buenos Aires, en contra de la opinión de expertos y columnistas, del “círculo rojo” tan criticado —¡con toda razón!— por el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba.

Macri no ganó con el discurso del conflicto y la revancha, de combatir odio con odio, sino con un mensaje de proposición y reconciliación nacional, de unidad, de alegría, de esperanza, de moderación. Macri ganó sin unirse a Sergio Massa. No cedió a la unidad porque sí y a cualquier costo. No se pasó insultando a Cristina. Puso más énfasis en proponer que en oponerse. Conectó con la mayoría de la gente. Habló de sus problemas, que suelen muy diferentes a las preocupaciones de los políticos y analistas. Macri hizo su campaña pensando en la ciudadanía, no en sus amigos y grupos de presión.

Eso se traduce en algunas lecciones para la próxima campaña electoral del 2017 en Ecuador. La victoria exige unirse, sí, pero no con cualquiera: hay sumas que restan y ciertas figuras cuentan con apoyo de parte de la oposición, pero despiertan un rechazo mayoritario en el resto del país. Más importante aún: el único camino para ganar es la proposición. Nadie vota por la crítica sino por las soluciones, que no pueden desconocer algunos logros del correísmo. Lo principal hoy es plantear una alternativa clara para Ecuador, que no signifique un retroceso ni una defensa del pasado, sino que construya una mirada hacia el futuro, en una tarea nacional que no puede excluir a una mayoría que ha votado por el correísmo, sino que debe promover el reencuentro de los ecuatorianos, con una visión de equilibrio entre sector privado y público —sin sustituir la asfixia del Estado por el libertinaje del mercado— a fin de reducir la pobreza y fomentar el empleo para que cada ciudadano viva mejor.

¿Aprenderemos la lección? Estamos contra el tiempo.

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