Académicamente, sí podemos salir de la crisis

Para Rafael, que el 58% de los ecuatorianos, según Cedatos, conozca a alguien cercano que acaba de perder su trabajo y más de 80 mil personas en 2015 hayan ingresado al desempleo, según el INEC… no es crisis.

Para Rafael, que llevemos más de dos trimestres consecutivos de decrecimiento —lo cual, académicamente, significa “recesión”—… no es crisis.

Para Rafael, que el gobierno no pueda pagar a proveedores, municipios, prefecturas y juntas parroquiales luego de la mayor bonanza petrolera de la historia, mientras se acerca al tope legal del 40% de deuda pública… no es crisis.

Para Rafael, que la construcción lleve al menos medio año paralizada y dos de cada tres ecuatorianos en el sector rural no tengan trabajo digno… no es crisis.

Para Rafael, que caigan las exportaciones no petroleras —sobre todo agrícolas, cuya mayor producción está en la cuenca del Guayas—, por falta de competitividad debido a la ausencia de acuerdos comerciales, altos costos, rigidez laboral y deficiencias en inversión pública… no es crisis.

Para Rafael, que en los hospitales públicos no haya medicinas —salvo Paracetamol— ni especialistas suficientes ni atención oportuna… no es crisis.

Para Rafael, haber desfinanciado al seguro social, utilizar dinero de los jubilados para tapar huecos en el fondo de salud y adeudar a las clínicas privadas… no es crisis.

Lo más grave no es la demagogia habitual del Presidente. Lo terrible es que negar la crisis es el mayor obstáculo para solucionarla: para curarse, el primer paso es admitir la enfermedad. Reducir el tremendo problema que atraviesa el Ecuador —año duro, recesión, crisis o como uno quiera llamarlo— a un slogan con fines electorales —“crisis era lo del feriado bancario”— acaso podrá ayudar con unos votos a Alianza País, y esto es, pero no ayuda en nada a discutir lo importante: cómo vamos a salir adelante.

Mientras se debaten candidaturas en pleno año electoral, lo más urgente hoy es ponernos de acuerdo todos en cómo recuperar la situación económica del país. Lamentablemente, el actor esencial de una solución hasta mayo de 2017, el Gobierno nacional, tiene oídos sordos. Por tanto, desde el resto de la sociedad debemos articular un consenso a largo plazo a partir del 2017 que, superando divisiones ideológicas y coyunturas, fije la ruta del progreso hacia un Ecuador próspero y moderno. Blindar la dolarización con un esquema legal adecuado, cuidar la cuenca del río Guayas para potenciar el agro, crear seguridad jurídica con impuestos sensatos y reglas estables, defender las libertades y derechos humanos, garantizar una inversión social de calidad que permita una vida digna y oportunidades iguales, firmar acuerdos comerciales para que nuestras exportaciones —sobre todo agrícolas— puedan competir en el mundo, generar acuerdos laborales entre empresarios y trabajadores, reducir el gasto público superfluo para que la austeridad la practique el gobierno en vez de sufrirla el pueblo, son algunas ideas para empezar.

Académicamente, sí podemos salir de la crisis. Para ello es deseable la unidad en las próximas elecciones. Y luego, es aún más importante la unidad en un modelo consensuado de país que surja de un diálogo amplio y no de imposiciones autoritarias, a fin de impulsar políticas públicas de largo plazo, en vez de hacer borrón y cuenta nueva con cada gobierno iluminado.

Twitter: @hectoryepezm

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