¡Venga, señor Obama y derrita el hielo!

Martina Vera

Parece mentira que ahí se entierre, tras medio siglo de fracaso, algo que en Ecuador se siembra desde el poder. ¡Venga acá señor Obama! Venga y recuérdeles a quienes se creen intérpretes del sentir popular que no son los dueños de este país ni de sus sueños. Venga y dígales, como dijo en la Habana que el futuro de Ecuador debe estar solamente en manos de los ecuatorianos. No en la mías, no en las suyas, no en las de un partido adueñado del poder; en las de todo el pueblo. Sin distinción de edad, raza, cultura, credo, afiliación política, ni situación económica; así funcionan las democracias,  no otorgando derechos a dedo.

La Guerra Fría no ha terminado

La Guerra Fría fue el preludio de una lucha entre la libertad y el control social. Con el paso del tiempo, se impuso la necesidad innata de vivir en libertad. Hoy, esa necesidad ingresa a Cuba a cuentagotas, pero no tardará en propagarse y acoplarse a las particularidades de su contexto. Mientras aquella metamorfosis histórica se toma la isla, en nuestro país sucede lo opuesto. Si no lo cree, cuestione cuan libre se siente y mida así la intensidad del hielo.

El barómetro de la libertad

El barómetro de la libertad en Ecuador nos sitúa en frío hielo de una guerra de otro siglo y de otro pueblo. En este país, los periodistas no expresamos nuestro criterio ni denunciamos atropellos con la libertad y contundencia necesarias, por temor a las estruendosas sanciones de la Ley Mordaza. Los empresarios se abstienen de emprender libremente nuevos proyectos, porque no solo  escasean el consumo y los incentivos fiscales, sino también el crédito. El servidor público en miles de casos, no disfruta libremente de su salario oficial sin antes contribuir con una porción de aquello al movimiento País de manera “voluntaria”. El consumidor no compra con absoluta libertad los productos de su preferencia al tornarse éstos inaccesibles con el alza continua de impuestos. El trabajador no goza de garantías reales de libre manejo del dinero con el que contribuirá al seguro de desempleo, cuando bien podría tragárselo un gobierno que ya echó mano del Fondo de Cesantía del Magisterio,  del  ISSFA y de las utilidades de los empleados privados cuando exceden $6.150.

Si ni usted, ni yo, ni ellos decidimos con libertad real y absoluta sobre nuestras opiniones, inversiones, proyectos, gastos, consumo y criterios ¿quién decide sobre aquello? Quizá señor Obama, para constatar la obvia respuesta a esa pregunta deba también hacer una parada en Ecuador y dirigir uno de sus emotivos discursos a nuestro pueblo. No en vano, líderes conciliadores, elocuentes, honestos y transigentes como usted han sido capaces de transformar obviedades tan bastas como las del fracaso del embargo en giros necesarios por mandato del pueblo. Venga por favor y de una breve lección de cómo funciona una verdadera democracia. ¡Venga y derrita el hielo grueso que recubre la libertad del país!

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