Ana

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

Ya todo está jugado.  Esos planes que sonaban bien: el buen vivir, la soberanía que despreciaba a los inversionistas o a países desarrollados que querían ayudarnos.  La nueva Constitución que iba a ponerle fin a la larga noche neoliberal.  Hicieron todo lo que dijeron que iban a hacer y estamos donde estamos.  Ahora sabemos que el socialismo del siglo XXI no funciona. No tuvo éxito en ningún país que lo aplicó.  Solamente desmejoró la calidad de vida de las personas y favoreció a los comerciantes de Perú y Colombia.  Un espejismo.  Al bajar el precio del petróleo, desenmascaró una administración pública corrupta, que exige más impuestos para mantener su ilimitado nivel de gasto improductivo.  También benefició a ciertos funcionarios, que mejoraron ostensiblemente su nivel de vida, perjudicando a la mayoría.

La realidad es que la sociedad civil es quien crea la riqueza.  El gobierno toma coactivamente una parte de ella vía tributos.  Estamos de acuerdo en la existencia de un gobierno eficiente que coordine y administre, pero este no puede ser castigador y fomentar la envidia. Además, es uno de los que más ministerios y secretarías con calidad de ministerio tiene en Iberoamérica.  Su misión es que vivamos mejor, no lo contrario.  Queremos analizar propuestas de crecimiento económico, no seguir escuchando a odiadores que solamente nos ofrecen una certeza para el futuro: más impuestos.

Tomemos como ejemplo a Ana.  Una costurera que conocí.  Le fue bien mientras la economía contaba con la liquidez proveniente de los altos precios del petróleo.  Tenía muchos clientes.  Hoy está buscando un empleo a tiempo completo.  Aspira ganar el salario básico unificado.  Hasta el año pasado, percibía mucho más con los trabajos que realizaba sin relación de dependencia, pero actualmente no tiene ingresos.  Le llegó la crisis que el gobierno no acepta.

Cuando al país le aplican salvaguardias, restricciones comerciales, normas laborales inflexibles y exceso de impuestos, los ciudadanos dejan de comprar o se van a Ipiales a hacerlo.  Los servicios de Ana se convierten en un gasto suntuario.  La gente adquiere  solamente lo necesario y Ana no consigue trabajo.  Fue una de las perjudicadas por el manejo económico miope, que no impulsa la creación de prosperidad.  Ese modelo que piensa que el Estado mueve la economía, cuando es el ciudadano quien crea la riqueza.  Un modelo que desconoce que los impuestos encarecen los productos y servicios.  Sin crecimiento económico y con productos más costosos en comparación a otros países, a las personas les queda poco dinero para pagar tributos, ser más productivos o contratar a Ana.

Algunos están pensando en irse y otros, ya se están yendo a países que piensan que el libre comercio es una bendición.  Si el socialismo del siglo XXI triunfa en las próximas elecciones, tendremos una mayor fuga de talentos.  Nuevamente   desmembrarán las familias.  El oficialismo nos obligará a repetir la historia de la época de la crisis bancaria.  Sin que exista necesidad.  Después de haber recibido la mayor cantidad de ingresos de la historia.

Soluciones existen: acuerdos de libre comercio para vender a otros mercados, reducción de impuestos y del tamaño del gobierno, eliminación de las restricciones comerciales, entre otras.  Para que volvamos a ser competitivos y productivos.  Pero la terquedad ideológica puede más.  Prefieren llevarnos al abismo.  Contamos los días para que se vayan.  Hasta eso, no queda más que ser creativos para sobrevivir.  Han castigado a la cadena productiva y ahora la familia de Ana tiene poco dinero para consumir y producir.

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