A Luisa

Porque Luisa Lozano está viva y para no manifestarse ante la barbarie hay que estar demasiado muerta. La indígena saraguro de piel tostada y ojos expresivos se ve tranquila, con las mejillas coloradas y esa boca contundente que no titubea. Tengo cuatro hijos, exclama, tengo que darles el pan de cada día y me han condenado a cuatro años de cárcel, pero no tengo miedo, insiste Luisa.

Los cuatro gatos que estamos allí, protestando frente al Consejo de la Judicatura en Quito, queremos ser un poco ella. Sentimos envidia de su valentía y templanza; de esa mirada donde no cabe el odio, ni siquiera la rabia. ¿Cómo se logra eso Luisa?

Queremos ser esta conserje de escuela rural que vende productos orgánicos y que nunca ha ocupado un puesto político ni dirigencial, detenida por defender a una mujer embarazada mientras era arrastrada y golpeada por policías.

¿Cómo se atreve, doña Luisa, a hacer eso en momentos en que todos miramos hacia otro lado y callamos?

Pero el gobierno, quiero decir la justicia, le acusa de paralizar un servicio público: un tramo de la vía Saraguro-Loja, el pasado 17 de agosto, día en que el pueblo Saraguro fue reprimido violentamente por agentes del orden.

¿Cuatro años por manifestarse?, ¿por defender el derecho a no estar de acuerdo con el Poder? ¿Cuatro años por exigir que se mantenga la gestión indígena del agua en sus territorios ancestrales?. ¿Es posible esta sentencia cuando los corruptos del FiFAGate versión Ecuador se llevan solo uno por lavado de activos?

Sí, sentimos envidia de Luisa; de la luchadora social, en un tiempo en que la cobardía y el miedo se han apoderado de nuestras almas.

Ten cuidado con lo que dices y escribes.

Ya no basta la censura, para eso estamos nosotros mismos, para cortarnos la lengua y las alas. No hables muy fuerte, no escribas eso ni en Facebook porque entre tus contactos puede estar uno de los otros que no es nosotros; quita esa parte de tu artículo, en la que cuestionas al gobernante supremo, todopoderoso, repartidor de perdón y de condenas eternas.

No te vayas a convertir en otra Luisa.

“¿Qué es el gobierno de Alianza País? caricatura de Revolución”, gritan mientras pedimos que se anule la injusta sentencia. Hay feministas, estudiantes universitarios, indígenas y “bienvenidos hermanos mestizos”, apunta un hombre de pantalón blanco y corto hasta las rodillas.

También está Amable Angamarca, otro saraguro condenado a cuatro años de confinamiento. Justicia corrupta, exclama, y ya todos repetimos.

La representante de la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) declara durante el acto que aún confía en una justicia imparcial, yo me río. Me río con la rabia que no tiene Luisa, me río de indignación. Porque ni Luisa ni Amable se merecen lo que están viviendo; la persecución, el desprestigio, el alejamiento de sus familias, la desesperación, la tristeza, la indignación, la impotencia de no poder hacer nada, nada, frente a la injusticia y el abuso del poder.

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