El peligro de impacto de un asteroide en la Tierra es real y, aunque no hay que ser alarmistas, una sociedad que depende críticamente de las comunicaciones o de la tecnología debe estar preparada para intentar poner remedio a este tipo de eventos, que han ocurrido en el pasado y que seguirán ocurriendo.
Así lo señaló a Efe Adriano Campo Bagatin, de la Universidad de Alicante (este de España), quien participa en el proyecto AIDA (The Asteroid Impact & Deflection Assessment) de la Agencia Espacial Europea (ESA) y de la NASA, cuyo principal objetivo es el de evaluar la posibilidad tecnológica de que una nave impacte en un asteroide para, entre otras cosas, desviar su trayectoria y evitar el impacto.
Hoy se celebra en todo el mundo el Día del Asteroide con decenas de actos, una celebración con la que se recuerda que el 30 de junio de 1908 cayó sobre Tunguska (Siberia) un meteorito que, entre otras cosas, arrasó 60 millones de árboles en 2.200 kilómetros cuadrados.
Es la segunda vez que se hace y detrás de esta iniciativa hay científicos, astronautas, físicos, artistas o músicos -como el guitarrista de Queen y astrofísico, Brian May-, que el pasado año firmaron una declaración -aún se puede rubricar- en la que además de pedir la celebración de este día, solicitaban usar la tecnología disponible para detectar y rastrear asteroides cercanos a la Tierra y más inversión para ello.
Esta es una de las misiones del proyecto AIDA, que estará compuesto por la sonda espacial AIM (Asteroid Impact Mission) de la ESA y el proyectil DART (Double Asteroid Redirection Test) de NASA.
AIM se lanzará en principio en 2020 y su objetivo es llegar hasta Didymos, un sistema binario de asteroides, uno de 800 metros de diámetro y otro de 150 metros (éste orbita al primero a una distancia de 1,2 kilómetros), explica Campo Bagatin, también del Instituto Universitario de Física Aplicada a las Ciencias y a la Tecnología.
La nave alcanzará este sistema en 2022 y cuando lo haga «lo estudiará en profundidad», para lo que prevé desplegar una pequeña sonda que aterrizará sobre el asteroide más pequeño.
Por su parte, la misión de DART (la nave pesa 400 kilogramos) impactará sobre el asteroide más pequeño, choque que hará a seis kilómetros por segundo con el objetivo de desviar su órbita.
La misión AIDA servirá pues, según Campo Bagatin, para comprobar que disponemos de la tecnología adecuada para desviar asteroides, pero no solo: también ayudará a entender mejor estos objetos que nos dan pistas sobre el origen del universo y probar otro tipo de tecnología, como el sistema de comunicación óptimo láser de AIM.
En diciembre se celebrará el Consejo Ministerial de la ESA, una reunión «crítica» en la que la Agencia deberá decidir si sigue apoyando AIDA y cómo financia el proyecto, relata Campo Bagatin.
Los asteroides podrían ser «insignificantes» en términos cósmicos, pero «pueden presentar una amenaza para la humanidad si se lo permitimos», señala la ESA en una nota de prensa, que añade: también nos pueden enseñar mucho sobre la formación del sistema solar y pueden proporcionar valiosos recursos en el futuro. EFE (I)