Rusia y Ecuador, fundidos en la obra de la ruso-ecuatoriana María Andrade

Amazon sun por María Andrade.

Rusia y Ecuador, las dos patrias de la pintora María Andrade, se funden en los paisajes de su obra, que se expone en la muestra «Entre el Cielo y la Tierra» inaugurada hoy en Moscú.

Las cúpulas de las iglesias ortodoxas rusas y la naturaleza de Ecuador, una tierra exótica para esta artista que nació en el sur de Rusia, se dan la mano en sus pinturas, expuestas desde hoy y hasta el próximo 9 de septiembre en la sala del Instituto de Latinoamérica de la Academia de las Ciencias rusa.

La inspiración para esta exposición la tomó de su última vista a Ecuador, en febrero de este año, un viaje del que volvió cargada de nuevas experiencias, de asombro por la extraordinaria cultura de las civilizaciones antiguas que poblaron ese país, y deslumbrada por su belleza natural y sobre todo, su gran colorido.

«Ese colorido que ella exhibe aquí, en sus pinturas, convierte esta obra en algo emblemático (de Ecuador). Vemos el contraste de selva, costa, montañas», dijo a Efe el embajador ecuatoriano en Moscú, Julio Prado Espinosa, que inauguró la exposición de Andrade en la capital rusa.

Una de sus pinturas, apuntó el diplomático, «refleja lo que en realidad se ve en Guayaquil, el colorido de uno de sus paisajes turísticos más importantes en la parte colonial de esa ciudad».

La joven artista ha querido solidarizarse con la tragedia que ha padecido Ecuador con el terremoto que sufrió el pasado mes de abril y ha prometido donar a los damnificados en esa catástrofe natural parte de las ganancias que espera obtener por la venta de sus pinturas expuestas en Moscú.

«Nos ha ofrecido ceder un porcentaje de ese dinero a las víctimas del terremoto del 16 de abril», dijo Prado Espinosa.

Una cámara fotográfica y un cuaderno acompañaron a la pintora en la aventura al país originario de su padre, una tierra que quiso conocer desde que era muy pequeña, sueño que pudo cumplir en 2005.

Al volver a Rusia, según ha contado a Efe su hermana Diana, sintió que el viaje había sido como un vuelo entre el cielo y la tierra, entre la selva y las montañas.

Pese a que ha pasado toda su infancia y juventud en Rusia, su patria y también la de su madre, la artista se siente emocionalmente muy vinculada a Ecuador, a dónde quiere volver permanentemente.

Allí fue, durante su primer viaje hace once años, donde descubrió la pasión por la pintura de la mano de su tío, que fue su primer mentor.

Las primeras obras las pintó en un taller ecuatoriano, a orillas del mar, y muy pronto vio como su obra triunfaba en una exposición de artistas latinoamericanos organizada en la ciudad de Guayaquil.

Cuatro años más tarde se marchó a estudiar las bellas artes a Bélgica, y así fue como de la fusión de sus raíces rusas y ecuatorianas, de su fascinación por las escuelas pictóricas europea y latinoamericana, nació un estilo propio, lleno de color, exotismo y libertad. EFE (I)

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