Muere Carlos Bulgheroni, el hombre más rico de Argentina

Carlos Bulgheroni

BUENOS AIRES (AP) — El mundo político y empresarial argentino despedía el domingo a Carlos Bulgheroni, considerado el hombre más rico de Argentina según la revista Forbes y fallecido en Estados Unidos, donde recibía tratamiento por cáncer. Tenía 71 años.

Varios miembros del actual gabinete político y múltiples empresarios rindieron homenaje a Bulgheroni a través de decenas de mensajes de condolencias en los diarios argentinos, entre los que figuraban el presidente Mauricio Macri y varios ministros y ex ministros, además del directorio de YPF entre otros, informó la agencia noticiosa oficial Télam.

Bulgheroni murió el viernes por la noche en una clínica de Washington donde se sometía a un tratamiento para el cáncer, informó la empresa que presidía y de la que era uno de sus dueños junto con su hermano Alejandro, la petrolera Pan American Energy, informó Télam.

La compañía es la primera en el sector de hidrocarburos privado en el país y la segunda tras la pública YPF.

El empresario y su hermano, que según la revista Forbes tenía una fortuna valorada en 4.800 millones de dólares, son considerados los hombres más ricos de Argentina y están en el número 324 entre los más acaudalados del mundo.

Según los diarios argentinos, Bulgheroni llevaba varias décadas luchando contra la enfermedad y era conocido por su larga batalla contra la misma.

En 1973, cuando tenía 28 años, le diagnosticaron cáncer en los ganglios. Su hermano y su padre se empecinaron en que Carlos se atendiera en un centro médico de Stanford, en Estados Unidos.

Los mejores especialistas del mundo le dieron la peor noticia: de acuerdo con sus cálculos, sólo le quedaban cinco meses de vida. Bulgheroni decidió someterse a un intenso tratamiento. Volvió a la Argentina para las fiestas de fin de año. Sus médicos creyeron que era la última vez que lo verían. A él, esa idea ni se le cruzó por la cabeza y prometió estar de vuelta para continuar con el tratamiento.

Como en los negocios, Bulgheroni fue implacable con la enfermedad. En 2013 se cumplieron 40 años desde que le diagnosticaron que sólo iba a vivir por cinco meses más. Uno de sus allegados ironizó: «El que le dijo que iba a estar muerto, hace tiempo que murió». Bulgheroni seguía visitando la clínica para hacerse chequeos periódicos.

Nieto de inmigrantes italianos, retomó el negocio de su padre, especializado en aros de acero para unir los tubos donde fluye el petróleo, conocidos como bridas, nombre de la empresa con la que inició su trayectoria y de la que también seguía siendo presidente.

Ningún éxito empresario de Carlos Bulgheroni podrá llamar tanto la atención como la negociación que llevó adelante a partir de mediados de los 90 con líderes fundamentalistas de Asia Central para exportar el gas de Turkmenistán. En ese país, un resabio de la ex Unión Soviética, Bridas había encontrado enormes reservas de gas. Las discusiones para montar un gran negocio en base a ese recurso fracasaron, pero convirtieron al empresario en el primer hombre de negocios occidental capaz de entablar una ofensiva comercial en esas tierras.

Desde mediados de 1994, el empresario nacido en Rufino, Santa Fe, negoció con los talibanes y con sus enemigos de la Alianza del Norte para construir un gasoducto a través de Afganistán, uno de los países más riesgosos del planeta a la hora de definir una inversión. Quería que un consorcio liderado por Bridas conectara por un caño de 1400 kilómetros las reservas de gas de Turkmenistán con Pakistán y la India.

Bulgheroni había apostado algunas de sus mejores fichas a una licitación que abrió Turkmenistán en 1991, casi un disparate empresario de acuerdo con la mirada de los grandes jugadores de la industria. Al año siguiente, Bridas, la única oferente extranjera, ganó la concesión del campo de Yashlar, cerca de la frontera oriental con Afganistán, y luego sumó Keimir, otro campo en el oeste del país.

La empresa invirtió US$ 400 millones y comenzó a exportar petróleo. En 1995, descubrió un gigantesco yacimiento gasífero emplazado en el desierto de Karakum.

El empresario santafesino convenció a Saparmurat Nyýazov, el presidente turkmeno, de crear un grupo para estudiar la posibilidad de tender un gasoducto desde Turkmenistán que atravesara Afganistán y llegara a Pakistán. Luego, hizo lo mismo con Benazir Bhutto, la primera ministro paquistaní. El 16 de marzo de 1995, Pakistán y Turkmenistán firmaron un memorándum que permitía a Bridas preparar un estudio de factibilidad del gasoducto. Bulgheroni convenció, incluso, a los señores de la guerra que tenían el dominio territorial de la zona que debía atravesar el gasoducto.

La negociación más difícil de su vida no fue por negocios. En 1974, Carlos y Alejandro acordaron la liberación de su padre, que había sido secuestrado por un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

Hacía un tiempo que los hermanos habían abandonado la casa paterna. Un grupo entró en su casa de Buenos Aires y se llevó a Bulgheroni. Durante un mes, los hermanos estuvieron negociando con los raptores. No se lo comentaron prácticamente a nadie por miedo a poner en peligro la seguridad de Alejandro. Durante el día iban a trabajar a la empresa. Por la noche, hablaban con los raptores.

El día que murió Juan Domingo Perón, el 1° de julio de 1974, Alejandro seguía secuestrado. Los hermanos temieron por su padre más que nunca. No sabían cuál sería la reacción del ERP. Un mes después del secuestro, un íntimo amigo del padre entregó el dinero a los captores, que liberaron a Alejandro.

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