Mao Anping, la dura carga de llevar el nombre de Mao en China

El apellido Mao no es fácil de llevar en China, y Mao Anping, sobrino-nieto del histórico líder chino, lo sabe muy bien, pues reconoce claramente que «nos importa mucho» mantener el buen nombre de su antecesor.

Anping, de 72 años, habla con Efe en su casa de Shaoshan, el pueblo natal de Mao (en la provincia de Hunan), en vísperas del cuarenta aniversario del fallecimiento del presidente que se cumple este viernes, para hablar sobre la vida de su tío-abuelo y los recuerdos que tiene de él.

Sentado en una salita de la vivienda, Anping admite que llevar este apellido ilustre en China ha supuesto para su familia una responsabilidad especial, también algunos beneficios, aunque no les salvó del hambre durante el Gran Salto Adelante o de las purgas de la Revolución Cultural.

Los descendientes directos de Mao Zedong no suelen hablar con la prensa, pero Anping, de la única rama familiar que sigue en Shaoshan, no tiene inconveniente, incluso si le pillamos en la cocina en zapatillas, cortando verduras para el almuerzo mientras su esposa trabaja en el pequeño huerto.

Este funcionario local jubilado, alto y delgado, desgrana con un hablar suave pero espeso acento de Hunan que a veces hace difícil la comprensión, recuerdos de su ilustre antepasado, de la historia reciente de China y de su familia.

Anping reconoce sin ambages que «nos importa mucho la fama de Mao» y por ello llevar su nombre les supuso un peso especial, ya que debían seguir su ejemplo y no deshonrar a la familia. «Nos sentimos mal si alguien habla mal de él», insiste.

Tras proclamar la creación de la República Popular el 1 de octubre de 1949, Mao solo volvió en dos ocasiones a Shaoshan, una en 1959 y otra en 1996.

De la primera, en la que Anping apenas tenía 13 años, recuerda que el popular líder le dio la mano y cenó con los notables y ancianos de la aldea, entre ellos su padre, «haciendo bromas, muy afable».

El padre de Anping acudió a Pekín en 1949 tras el triunfo de la revolución en busca de un empleo oficial, pero Mao Zedong le aconsejó que volviera a Shaoshan para continuar su vida como campesino, ya que era «más estable».

Entre miradas al infinito y pausas para buscar entre sus recuerdos, este sobrino-nieto de Mao cuenta cómo, durante el Gran Salto Adelante (1958-61), el ambicioso programa de desarrollo económico que acabó arruinando la economía y causando millones de muertos por hambre y enfermedades, su familia pasó muchas penurias.

«Mi padre y mi tío por poco mueren de hambre», rememora sin poder evitar la emoción que quiebra ligeramente su voz y que le humedece los ojos. A pesar de que su familia recibía algo de ayuda económica de Mao, el líder estaba entonces de viaje y no pudieron encontrarle en esos momentos críticos.

Ya en la época de la Revolución Cultural, que comenzó en 1966 y se extendió hasta 1976, el propio Anping, ya funcionario local, fue declarado un «conservador», cesado de su cargo y puesto bajo arresto domiciliario durante varios meses.

A pesar de todo, Anping proclama claramente que Mao «era una gran persona», ya que bajo su liderazgo «los chinos se levantaron» de su histórico atraso «y empezaron a vivir mejor».

Algo más le cuesta hablar de los errores del histórico líder chino, aunque insiste en que los más conocidos, como el lanzamiento del Gran Salto Adelante o de la Revolución Cultural, fueron, en su opinión, responsabilidad de un «liderazgo colectivo», no solo de Mao Zedong.

Sí le achaca, en cambio, no haber acertado a la hora de elegir sucesores, primero con Lin Biao y luego con Hua Guofeng.

Del día del fallecimiento de su tío-abuelo, recuerda que al escuchar la noticia «no pude aguantar la tristeza. Las personas lloraron mucho».

Durante su mandato, Mao Zedong actuó drásticamente contra la actividad económica privada y promovió colectivizaciones que con frecuencia tuvieron consecuencias catastróficas, pero su sobrino-nieto cree que no rechazaría ahora las reformas capitalistas emprendidas tras su muerte.

En cambio, reconoce que no le gustan algunas cosas que han llegado con las reformas, como el juego, la prostitución o las drogas, así como la corrupción de funcionarios y miembros del Partido Comunista. «El Partido de aquel entonces era mucho mejor que el de ahora», afirma.

Aún así, elogia sin reservas los esfuerzos del actual presidente, Xi Jinping, para combatir la corrupción y mejorar la situación del medio ambiente, dos de los principales problemas del país.

La casa de Anping, que está acabando de reconstruir junto a sus hermanas para tomar la forma de una enorme construcción moderna rodeada de modestas viviendas campesinas en una zona rural de Shaoshan, se yergue sobre un terreno que en su tiempo perteneció a los abuelos de Mao.

Allí, rodeado de los campos en los que se crió su ilustre antepasado, Anping opina que el histórico líder chino estaría satisfecho su pudiera ver la China actual: «Creo que el alma de Mao, en el cielo, estará contenta con que la gente viva mejor». EFE (I)

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