El reencuentro con la democracia

Los fenómenos populistas totalitarios comparten un rechazo a los valores democráticos partiendo del relativismo, el nacionalismo y el estatismo de izquierdas y de derechas. Trump, Le Pen, Chavez, la revolución ciudadana, Podemos, etc. tienen mucho en común.

Pero más que nada, comparten una retórica anti-sistema, anti-democracia, anti-instituciones y un ferviente rechazo a los valores de la democracia republicana, en especial, la tolerancia a la opinión contraria. Este relativismo hace que existan campeones de la tolerancia pero que no toleran a quien no piensa como ellos.

Esto nos rompió como sociedades, pues a más del tradicional eje izquierda/derecha, nos han dividido entre moderados-demócratas y radicales anti sistema, entre “pueblo” y “anti-pueblo”, “casta y ciudadanos”, “pelucones y compañeros”, siguiendo una retórica de lucha de clases propia del siglo XIX.

Por esto, estas fuerzas populistas autoritarias han encontrado en la división su fortaleza. En esencia, cerraron la cancha y se llevaron la pelota para jugar entre ellos mientras nos dejaron a los demócratas fuera, pateando las piedras. Piedras que a veces nos arrojamos entre nosotros, lamentablemente.

Sin duda, entre los que creemos en la democracia y sus instituciones tenemos diferencias, profundas diferencias, visiones distintas de país. Unos querrán más intervención estatal en la economía, otros menos. Unos querrán legalizar el aborto, el matrimonio LGBT y las drogas, otros no. Unos querrán reformas graduales, otros políticas de shock, y etcétera. Pero esto es propio de la democracia, así como es propio el escuchar al otro con respeto y llegar a acuerdos mínimos.

En cambio, en los gobiernos anti democráticos y anti instituciones el debate no es siquiera posible, pues el que opina diferente es excluido, cuando no perseguido. La verdad es la palabra del gobernante y su círculo. En un gobierno totalitario populista no es siquiera posible debatir sobre temas como los mencionados si es que no son los de la agenda de la línea gobernante. Si no, vale revisar la triste realidad de las minorías sexuales en los regímenes comunistas cuando tras prometer un paraíso “de género”, luego cambiaron de opinión.

Por esto, es de vital importancia un reencuentro entre los que creemos en el sistema democrático y sus instituciones para hacer frente a los que no creen en ellas, más allá de diferencias en temas puntuales. Se trata de recuperar la cancha y liberar la pelota en ella; luego sí, cada quién podrá alentar para el equipo que desee, pero siempre dentro del campo de juego democrático institucional.

Al momento, debemos reencontrarnos todos en el apego a los valores democráticos y sus instituciones: independencia de poderes, libertad de expresión y prensa, libertad de disentir sin temor a ser perseguido, así como en la recuperación del empleo.

Más allá de las diferencias en temas puntuales como el aborto o el matrimonio LGBT, debemos reencontrarnos en la recuperación del sistema democrático que permitirá su debate dentro de un marco institucional. Si hay gente que está dispuesta a decidir su voto por diferencias en temas puntuales como estos en lugar de hacerlo por la recuperación de las instituciones, lo respeto como demócrata que soy, pero no estoy de acuerdo. Si se pierde el sistema democrático institucional, estos debates no serán siquiera posibles en un futuro.

Por eso, es mi candidato el que promueve la recuperación de las instituciones democráticas y del empleo. Es mi candidato el que más allá del eje horizontal derecha/izquierda, permitirá el reencuentro en el eje vertical al que nos enfrentamos: demócratas versus autoritarios. Es mi candidato el que promueve el Ecuador del reencuentro con la democracia.

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