El desarrollo tecnológico imprime una nueva dinámica a la censura, dice CPJ

El progresivo desarrollo tecnológico ha planteado nuevos retos en la defensa de la libertad de expresión y ha dado paso a un «nuevo rostro de la censura» con dinámicas complejas, en unos casos, y utilizando viejas tácticas, en otros.

Así lo refleja el informe anual sobre la libertad de expresión en el mundo difundido hoy por el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), que analiza los principales obstáculos que enfrenta el periodismo en este tema.

«Las nuevas tecnologías de la información (…) debían convertir en obsoleta la censura. El lugar de ello, simplemente la han vuelto más compleja», sostiene en la introducción del estudio el director ejecutivo del CPJ, Joel Simon.

Esas nuevas tecnologías, como el acceso global a internet, el uso de redes sociales y los teléfonos con cámara, generan, por una parte, una inundación de la información, pero también «enormes vacíos en nuestro conocimiento del mundo», dice Simon.

«Los vacíos crecen a medida que los ataques violentos contra los medios aumentan bruscamente, a medida que los Gobiernos crean nuevos sistemas de control de la información, y a medida que la tecnología que permite la circulación de la información es manipulada y utilizada para silenciar la libre expresión», agrega.

Según el CPJ, el control de la información se realiza a través de tres categorías: lo que la organización llama «Represión 2.0», el control político encubierto y la captación de tecnología.

Según el comité, con sede en Nueva York, la primera categoría es «una actualización de las peores tácticas antiguas, desde la censura estatal hasta el encarcelamiento de los críticos».

«El control político encubierto significa un intento sistemático por ocultar actos represivos disfrazándolos con el ropaje de las normas democráticas», dice el informe, que cita casos como Egipto o Turquía.

Y la captación de tecnología «significa utilizar las mismas tecnologías que han generado el auge global de la información para acallar a la disidencia, monitoreando y vigilando a los críticos, bloqueando sitios web y utilizando a los troles cibernéticos para silenciar voces críticas».

La organización recuerda que a finales de 2016 había en el mundo 250 periodistas encarcelados, «la mayor cifra jamás documentada por el CPJ», y sostiene que las nuevas tecnologías no sólo las explotan los poderes públicos, sino también las organizaciones criminales.

«Las nuevas tecnologías que les permiten a las organizaciones criminales y radicales eludir a los medios y dirigirse directamente al público han provocado que el mundo sea excepcionalmente peligroso para los periodistas que informan desde zonas de conflicto», sostiene la CPJ. EFE

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