«El proceso» de Kafka vuelve a Berlín, donde empezó la historia de la obra

"El Proceso" Franz Kafka

Berlín.- El manuscrito de «El proceso» -una de la tres grandes novelas póstumas de Franz Kafka- es desde hoy el centro de una nueva exposición del Martin Gropius-Bau de Berlín, la ciudad en donde, según muchos expertos, comenzó la historia de la obra.

«Todo el proceso» es el título de la muestra, que se complementa con una serie de fotografías de Kafka y su mundo, de la colección del editor Klaus Wagenbach, y una varias ediciones de «El proceso» en lenguas extranjeras.

Tres veces al día, hasta que el 28 de agosto se cierre la exposición, se proyectará además la película que rodó Orson Welles en 1962 a partir de la obra.

La historia del libro se fragua el 12 de julio de 1914, durante un encuentro ya legendario entre Kafka y su prometida, Felice Bauer, en un hotel de la capital alemana, situado no muy lejos del lugar donde está alojada la exposición.

En sus diarios, Kafka describiría ese encuentro en el Askanischer Hof, en el que rompió su compromiso con Felice, como «un juicio en un hotel» en el que un tribunal, formado por Felice, su hermana Erna y su amiga Grete Bloch, lo «condenaron» por dejarla.

Ese encuentro desató un proceso creativo que llevaría al manuscrito de 171 páginas que se convertiría en «El proceso», después de que Max Brod, amigo y albacea literario de Kafka, ordenase las páginas sueltas y las retocara para darles cierta unidad narrativa.

«En las páginas del manuscrito pueden ver que se trata de algo que todavía está buscando su forma. Sin Max Brod y las generaciones siguientes no tendríamos la novela en su forma actual«, explicó el director del Martin Gropius Bau, Gereon Sievernich, durante la rueda de prensa de presentación.

«Ver el manuscrito es como ver escribir a Kafka por encima del hombro«, agregó.

Entre agosto de 1914 y enero de 1915, en plena I Guerra Mundial, Kafka trabaja en el texto en el que cuenta como Josef K. es acusado de un delito que no sabe cual es y que lo lleva a perderse en los laberintos de la burocracia.

«No hay que imaginarse la escritura de la novela como un proceso lineal con un comienzo y un final claros«, advirtió la comisaria de la exposición, Ellen Strittmatter, del Archivo de Literatura Alemana de Marbach, que tiene en su propiedad el manuscrito de Kafka.

Kafka, según Strittmatter, trabajaba en varios capítulos al mismo tiempo y en diez cuadernos distintos, cada uno de 40 páginas.

Al final, el escritor arrancó las páginas de los cuadernos, las ordenó en diversos montones y se dedicó a hacer correcciones y cambios.

En vida de Kafka solo se publicó un fragmento de «El proceso», en septiembre de 1915 en la revista «Selbswehr». Y luego el escritor le regaló el manuscrito a Max Brod.

En 1918 le pidió a su amigo que quemara todos sus manuscritos que no hubieran sido publicados y repitió ese deseo antes de su muerte, ocurrida el 3 de junio de 1924, en un testamento escrito entre 1920 y 1921.

Brod, como es bien sabido, no cumplió la voluntad de Kafka y un año después de su muerte publicó, en la editorial berlinesa «Die Schmiede», la primera edición de «El proceso».

El orden que le dio a la obra, apuntó Strittmatter, se basó en el recuerdo que tenía de las lecturas en voz alta que había hecho Kafka ante amigos.

En 1939, un día antes de que las tropas de la Alemania nazi marchasen sobre Checoslovaquia, Brod saldría de Praga, llevando consigo los manuscritos de Kafka, camino a Palestina.

En 1935 los nazis ya habían condenado las obras de Kafka como «literatura degenerada», pero su difusión se relanzó después de la guerra y terminó alcanzando prácticamente a todo el mundo, lo que ha generado innumerables interpretaciones.

Si los existencialistas franceses veían a Kafka como un autor que mostraba lo absurdo de la existencia, hay quien trata de encontrar un trasfondo religioso.

«Hay hasta lecturas budistas que ven la muerte de Josef K. al final de ‘El proceso’ como una oportunidad para hacer las cosas mejor después de reencarnarse«, dijo Hans-Gerd Koch, uno de los editores de la edición crítica de la editorial S.Fischer. EFE

(F).

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