Suplentes y titulares

He ahí dos asertos que nadie se atreve a cuestionar aunque, sin embargo, parecería que el primero no es tan absoluto con relación a Brasil.

Hace unas horas el expresidentes brasileño Fernando Henrique Cardoso, por segunda vez, reclamó la renuncia, como “gesto de grandeza”, del presidente de su país.

La vez anterior fue hace más de un año y medio. En aquella oportunidad ocupaba la presidencia Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT) de  Lula Da Silva. Dilma no renunció y fue destituida por el Congreso. En su lugar asumió el vicepresidente Michel Temer.

Ahora este segundo pedido de Henrique Cardoso está dirigido a Temer, quien es investigado por la justicia y la propia Cámara de Diputados con relación a varias denuncias que lo vinculan directamente con actos de corrupción.

En este caso, como que el cambio no resultó. Fue peor el remedio que la enfermedad: en cuanto a “actos ilícitos” Dilma, la entonces titular, es una santa comparada con su suplente.

Hay quienes afirman que a Temer le queda muy poco tiempo –cuestión de días o algunas semanas– para que sea “separado” del cargo (por 180 días, como le ocurrió en una primera etapa a Dilma).

Pero están los que creen que no hay nada inminente y manejan argumentos atendibles. Por un lado, el interés de los reales y efectivos centros de poder de Brasil –léase FFAA, Itamaratí e industriales de San Pablo– en que se apruebe una serie de leyes no muy populares –reforma laboral, por ejemplo– durante la presente administración. Todo ello era parte del “programa” para después de Dilma, el que ahora parece empantanarse porque no se preveía que Temer tuviera tantas “complicaciones”.

El otro argumento tiene que ver con el suplente: esto es, la persona que sustituiría al mandatario sometido a juicio político.

Si Michel Temer es “separado”, le correspondería asumir al presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Felinto Ibarra Epitácio Maia.

Pero aquí también la enmienda sería peor que el soneto. Maia, que sucedió en la presidencia de diputados a Eduardo Cunha, hoy preso por corrupción, es motivo de investigaciones por esas mismas “cosas”. Maia es apodado “Botafogo” por su simpatía con el conocido equipo de fútbol de Río de Janeiro, y también con el mismo nombre de “Botafogo” figuraría en la lista de los beneficiarios de los pagos –coimas– de la famosa empresa constructora Odebrecht.

No se escapa nadie. Decididamente, como que no hay suplentes para los titulares.

En más de una ocasión, tanto Cardoso como otros dirigentes políticos han reclamado que se adelanten las elecciones previstas para el domingo 7 de octubre del año próximo (un año y dos meses). Hacerlo no implicaría violentar normas constitucionales por cuanto el Superior Tribunal Electoral habría llegado ya a la comprobación de que hubo “irregularidades” en la pasada elección de 2014 en que fue electa la fórmula Rousseff-Temer. De ser así, el tribunal tiene poder para anular aquel acto electoral y llamar a nuevas elecciones.

Dicen los que saben, que los que deciden, los que manejan el poder en Brasil, creen que no es oportuno precipitar los acontecimientos y que es preciso esperar hasta que se hagan algunos “ajustes”.

En definitiva, resulta que tanto para Brasil como para Venezuela, la solución gira en torno a un llamado a elecciones. La diferencia está en lo que encontrarán los nuevos gobernantes electos. En Brasil, un paquete bien atado, según parece. En Venezuela ruinas y caos, lo que es seguro.

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