El papa llegó hoy a Birmania, donde se encontrará una Iglesia que le ha recomendado prudencia a la hora de referirse a la persecución de la minoría musulmana rohinyá y que apoya fuertemente a la jefa del Gobierno, Aung San Suu Kyi, pese a las críticas internacionales.
Y su primera reunión en la antigua capital birmana fue con el jefe de las Fuerzas Armadas, el general Min Aung Hlaing, considerado el responsable de la ofensiva lanzada a finales de agosto en el estado de Rakáin que ha provocado la huida de más 620.000 rohinyás hacia Bangladesh.
Tras casi once horas de vuelo, el pontífice argentino llegó al aeropuerto de Rangún a las 13.30 horas locales (7.00 GMT) donde fue recibido por un delegado de Gobierno.
En la primera visita de un pontífice a este país asiático, cientos de fieles le esperaban en las afueras de la terminal aérea, en medio de un fuerte dispositivo de seguridad.
Francisco fue recibido por un grupo de niños vestidos con los trajes tradicionales, a quienes abrazó uno a uno, mientras otro grupo de niños y niñas ondeaban banderas de Birmania y el Vaticano con una camiseta impresa con la efigie del papa y gritaban en español: «Viva el papa».
Entre los congregados no faltaban religiosos, y algunos curiosos y turistas. «Jesús ha venido. Creo que el papa nos traerá la paz a todos, incluidos los rohinyás», dijo a Efe Stphen Baui Hrim, que viajó a recibir al pontífice desde el estado de Kayan, en el este birmano.
La monja Pasquina Manejo comentó, por su parte, que «es un regalo del cielo: nunca un papa había visitado nuestro país».
Tras la ceremonia de bienvenida, el pontífice se desplazó a primera hora de la tarde a la sede del arzobispado local y en el recorrido saludó desde el automóvil a más fieles congregados en varios puntos del trayecto.
Francisco se alojó en el arzobispado debido a que aún no existe una nunciatura (embajada vaticana), pues las relaciones entre ambos Estados se iniciaron en mayo de este año, y ya hoy podrá abordar con el purpurado birmano cómo encontrar un equilibrio lingüístico para hablar de los rohinyás.
Paradójicamente fue el papa argentino quien en febrero de este año lanzó su llamamiento a la comunidad internacional sobre el drama que estaban viviendo los rohinyás, la minoría musulmana que vive en oeste de Birmania, «expulsados, torturados y asesinados por su fe», dijo durante un Angelus.
Sin embargo, la iglesia de Birmania en pleno ha pedido expresamente al papa que no pronuncie el término rohinyá.
El portavoz de la Conferencia episcopal de Myanmar (CBNM), Mariano Soe Naing, aseguró en declaraciones a la agencia vaticana Asianews «que la relación con los conciudadanos budistas es muy buena, no existen hostilidades. Los problemas podrían surgir si el Santo Padre utilizará el término rohinyá. Esto daría pretexto a los extremistas para crear tensiones».
Francisco viajará mañana a la capital, Naipyidó, para reunirse con el presidente del país, Htin Kyan, y la jefa de facto del Gobierno birmano, Aung San Suu Kyi, quien ha recibido numerosas críticas de la comunidad internacional por su comportamiento con los rohinyás, la última del Gobierno de Estados Unidos que consideró que se está cometiendo «una limpieza étnica».
Al encuentro con Suu Kyi, Francisco llegará después de haber ya hablado hoy durante 15 minutos con el Jefe del Ejercito, en una reunión en la que estuvieron presentes otros tres generales.
En el breve encuentro se recordó por parte de ambos «la responsabilidad de las autoridades en esta época de transición del país», explicó el portavoz del Vaticano, Greg Burke.
La Iglesia católica birmana, con 16 obispos, y sobre todo el cardenal Bo se ha mostrado en estos últimos meses siempre al lado de Suu Kyi, recordando su «compromiso en favor de la democracia» y «los sacrificios personales que atravesó durante la dictadura militar».
El cardenal Bo ha sido uno de los más acérrimos defensores de la nobel de la Paz, al considerarla la única que puede llevar a la paz al país.
El mismo cardenal respondió a las críticas a «la Dama», como la llaman en su país, argumentando que «atribuirle la culpa de todo y estigmatizar su respuesta (sobre los rohinyás) es realmente contraproducente». EFE