Quito, un inmenso pesebre viviente en Navidad

Panecillo, Quito, foto El País

Quito, (EFE).- La capital ecuatoriana se convierte desde hoy en un inmenso pesebre con la iluminación de un belén en la cima del «Panecillo», un cerro desde el que se divisa gran parte de la ciudad, y a cuyos pies se tiende el centro colonial.

Considerado el pesebre más grande de Latinoamérica, cuenta con inmensas figuras de la sagrada familia, que se iluminarán desde las 18.00 hora local de hoy (23.00 GMT) en un acto animado por coros navideños y teatro, entre otros espectáculos.

Nueve figuras de entre 10 y 35 metros de alto con la forma del niño Jesús en su cuna, una estrella de Belén, otras de los tres reyes magos, de San José y los animales, acompañarán a un monumento de la llamada virgen de Legarda, que representa a María y que corona el Panecillo desde 1975.

La majestuosa Virgen de Quito está compuesta por 7.400 piezas numeradas, lo que permitió unirla como un rompecabezas en la cima del Panecillo, antes conocido como Yavirac, una elevación natural de 3.000 metros sobre el nivel del mar, bautizada tras la conquista española con este nombre por su parecido con un pan.

Los indígenas conocían a ese mirador natural de la ciudad como «Shungoloma», que en quichua significa «loma del corazón».

Allá, en esas alturas se enciende el imponente belén cada diciembre, en el día de inicio de la novena, para dar la bienvenida a la Navidad, en un país donde 8 de cada 10 ecuatorianos que dicen tener una filiación religiosa, son católicos.

Según un estudio del Instituto Nacional de Estadística y Censos, el 91,95 % de la población afirma tener una religión, de los cuales el 80,4 % son católicos, el 11,3 % evangélicos, 1,29 % testigos de Jehová y el restante porcentaje corresponde a otras religiones.

Para la iluminación de las figuras de la sagrada familia instaladas este mes se usaron 19.200 bombillas y 660 mangueras led, que dibujan con luz las siluetas que se pueden apreciar desde varios puntos de la ciudad, convirtiéndolas en un imán para el turismo.

La virgen del Panecillo, que es una réplica a gran escala de escultura realizada por Bernardo de Legarda, uno de los más importantes representantes de la Escuela quiteña, también se iluminará mediante proyectores de luz led.

Iván Borja, director del instituto público de Turismo y Patrimonio «Yavirac», situado en las faldas del Panecillo, recuerda que desde las culturas precolombinas, el cerro fue un centro de adoración y, quizá, importante para la observación del movimiento de los astros a fin de organizar, entre otras, las tareas agrícolas.

En entrevista con Efe asegura que el Panecillo «fue y sigue siendo un lugar muy especial para la espiritualidad del mundo precolombino y del mundo católico actual» al convertirse en parte medular de la construcción iconográfica del nacimiento de Jesús.

Y aunque considera que simbólicamente en el belén se representa a la familia y la solidaridad como los valores de la Navidad, Borja no cree que la inmensa representación logre neutralizar, ni disminuir el ambiente de mercantilismo en la sociedad actual.

El religioso agustino Patricio Villalba dice a Efe que el pesebre evoca «la simplicidad y belleza de una familia unida que crece».

«Uno se siente convocado por esta representación para recordar la ternura del encuentro con Dios, en nuevos encuentros con la familia y los amigos. El pesebre del Panecillo nos recuerda que el primer y más grande sentido de la Navidad es ‘Dios con nosotros'», anota.

Las figuras de la sagrada familia en el Panecillo, que por estas épocas ilumina la fe de los católicos, convierten al Quito a sus pies en una entrañable y extendida estampa de la natividad.

No es para menos pues los cerca de 5.000 bienes inmuebles inventariados que hay en el Quito colonial, las treinta iglesias y conventos, museos, monumentos, y otras edificaciones que están en el corazón mismo del centro histórico pasan, sin querer, a formar parte de un gigantesco pesebre.

Y si desde las entrañas del centro histórico, los paseantes y habitantes son involuntarias figuras del pesebre, caída la noche, una mirada desde la vecina loma del Itchimbía pinta de luces la zona colonial con vistas de la simetría de las calles, sus imponentes iglesias coloniales, el circular de los vehículos…

Una entrañable postal cargada de religiosidad, simbolismo, cultura y patrimonio. EFE

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