Un mundo de algoritmos

En el aspecto pragmático de la tecnología encontramos que gran parte de la humanidad hoy vive una realidad virtual de algoritmos que impacta inevitablemente la realidad física.

Dos mil millones de personas -hoy quizás más- utilizan Facebook de manera activa. Eso es un tercio de la población del planeta. Es interesante la percepción de que las redes han deshumanizado nuestro comportamiento creando escenarios falsos, donde cada cual se vuelve su propio constructor de imagen y cómo también, de positivo, acorta distancias y junta a la gente. La ciberrealidad reconoce una cultura colectiva participativa y esa es la gran fortaleza del big data, del mining data y otros conceptos de análisis de estadística para leer el comportamiento humano.

Las matemáticas son infinitas, pero la realidad es finita y en función de esto se crean distintos algoritmos cuyos objetivos difieren. “Por ejemplo, el algoritmo Colibrí que utilizó Google para convertir al buscador en un motor de conocimiento, el algoritmo Pingüino que premia las páginas web que consiguen tejer redes de enlaces y el algoritmo Panda que castiga los sitios webs considerados poco relevantes”(Carlos Elías, El Selfie de Galileo, Editorial Península Atalaya). Algunos sostienen que Google se volvió el gran autócrata planetario al decidir qué vemos y cómo lo vemos. Google dirige nuestra atención a sitios preestablecidos por dichos algoritmos, incluso encontrar una página castigada como poco interesante es realmente un suplicio. Al ser el mayor distribuidor de tráfico de internet puede permitírselo y cada vez que lo escogemos como buscador reforzamos su poder.

Facebook acaba de anunciar un cambio en el algoritmo que utiliza priorizando que en su “feed” aparezca contenido compartido por familia y amigos que producen interacciones significativas versus contenido informativo. “Hace ocho años, definían las tres normas por las que jerarquizaban los contenidos en su plataforma. Hoy, el algoritmo, profundamente caracterizado por su opacidad, cuenta con más de 100.000 parámetros y utiliza tecnología de aprendizaje automático para afinar su puntería” (El País, Economía, 24 Enero 2018). Zuckerberg sostiene que ver contenido de gente que nos importa aumenta nuestro bienestar. Así, ha migrado a premiar publicaciones que generan emociones y los likes han pasado al segundo plano en la priorización dentro del algoritmo para el orden de publicaciones. Facebook e instagram; no es magia, es usted mismo diciéndole al buscador con quien habla, qué busca y dando permiso a acuerdos de uso que ni entendemos.

La paradoja está en que el aprendizaje automático que establecen los algoritmos y que las computadoras archivan para clasificarnos como usuarios parecen conocernos mejor que nosotros mismos. Quizá demasiado distraídos con lo externo, olvidamos lo interno. Yo lo considero invasivo, pero las redes son parte de mi realidad. De los dos millones de usuarios, capaz mil entienden la fórmula de funcionamiento, el resto somos todos ovejas que seguimos las señales de atención definidas por los matemáticos, ingenieros y estadísticos que diseñan algoritmos secretos que permiten interpretar el comportamiento humano para incrementar el volumen de su negocio. En el futuro/presente la ignorancia está en desconocer las matemáticas que nos clasifican para impulsar el consumo dentro de un mundo de algoritmos.

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