Hacia una poética del retorno

Cristian López Talavera

Cuando se lee la afirmación de Vasilachis de Gialdino (1992) «no se puede acceder a una realidad simbólicamente estructurada sólo a través de la observación» deberíamos entender al poema como parte de las ciencias sociales, y al poeta se deberá comprender, hasta cierto punto, como parte de esa realidad que él mismo lo escribe, el poeta interpreta esa realidad porque «los significados sólo pueden ser alumbrados desde dentro» (ídem). Así, se puede decir que la poesía es un espejo donde se reflejan las ausencias. Cada palabra trae consigo un nuevo significado.

“Naceré en el VACÍO con un cuerpo de AGUA contenido en un GRITO” del autor Lojano, Patricio Vega Arrobo, subtitulado como una absurda polémica de un hombre que llega a los 30, resulta como una configuración de nuevas y variadas sensibilidades, producto de estéticas que se vienen escribiendo en el país, que están en constante diálogo con las letras latinoamericanas, esta plaquette indaga en espacios interiores e íntimos para resolverse en una experiencia de lo absurdo: la realidad.

La voz poética está determinada por el tiempo, aquella que la habita desde el dolor: “soy el vacío que cree en tus manos”, Blanchot llamaría el tiempo incesante, un tiempo que no para hasta determinarse en ausencia. El absurdo que encontramos en estos versos es la complejidad de la realidad, la voz poética se mira en el espejo y ve el vacío, la imposibilidad de retornar. Esta voz quiere girar, más mira el camino lleno de desesperanza y en el revés mira su contradicción, que a la vez es configuración humana, escribe: “ya no voy al vientre de mi madre que es un lago/ un lago hermoso que aborrece mi ausencia”.

Cuando la voz poética dice “Abraza a este demonio herido/ que tiene gélido los huesos” encontramos una búsqueda personal e íntima de la utopía, una búsqueda que está marcada por el silencio, el dolor que se enmarca en la imagen reside en un espacio cerrado. Conmueve el poeta porque no se deja vencer por el absurdo de verse hombre, más el grito es implacable, y como respuesta encuentra un vacío lleno de agua.

Patricia Vega Arrobo, en esta plaquette, escribe desde el silencio, no como una impostura, es más bien un silencio que viene desde el atrás, una puerta que se abre y encuentra al eterno retorno “Cierro llaves  y mi vida esta descrita con la sinceridad  de un niño”. La infancia es verbo poético: inspiración y creación. Desde ahí está “encadenado a una utopía”.

“abril 15

[…]unas manos que no sostienen nada

sin embargo, estaré en este mundo

con mi cuerpo herido 30 veces

con mi piel marcada

con mi memoria empolvada no sé por cuánto tiempo”

Retomo la metáfora del sociólogo Zygmunt Bauman “El amor líquido” para entender el diálogo que el poeta tiene con la fragilidad de su ser, para él estar en el presente es mutilarse, entiende que la modernidad avanza a un ritmo vertiginoso pero sin rumbo, que los 30 años para él significa abandonar la niñez y se detiene. Con esta plaquette, Patricio Vega Arrobo inaugura una dialéctica hacia el retorno, un tiempo incesante de recuperar la memoria en la escritura.

“Un niño con mi rostro me visita” nos dice Patricio Vega Arrobo, así entendemos que es la poesía el arte de la fuga, el espejo donde encontramos a nuestro Gato de Cheshire para reinventarnos en la escritura.

 

Quito, 2017.

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