Una mujer fantástica

Después de que la temporada de premios se acaba nos vemos una vez más obligados a ver películas que no son pretenciosas ni tocan temas de importancia social. O al menos ese creía yo que iba a ser mi destino hasta que me di cuenta de que Una mujer fantástica, la aclamada cinta chilena que ganó el Óscar, había llegado a cines locales, alargando levemente la época del año en la que podemos ver películas presumiblemente “importantes” de manera semifrecuente.

Entonces, Una mujer fantástica es el nuevo trabajo del director Sebastián Lelio. Esta se enfoca en el personaje de Marina, que tiene que lidiar con la repentina muerte de su novio y después con la familia de él, que no le tiene cariño ni respeto, especialmente porque es una mujer transexual.

Un concepto interesante para un drama, ¿no es verdad? Y es aún más interesante si consideras que Marina es interpretada por una actriz transexual, algo que por alguna razón no pasa con frecuencia en filmes sobre el tema. Fue entonces un poco decepcionante encontrarme con lo obvia que llegó a ser la película en muchas ocasiones.

Y no me malinterpreten, Una mujer fantástica es definitivamente una cinta competente donde se nota el esfuerzo y pasión de las personas que la hicieron. La historia de Marina es siempre humana y los problemas que enfrenta son tan realistas que es difícil no sentirse identificado. Puedes tener cualquier edad u orientación sexual y entender la frustración que enfrenta la protagonista cuando convenciones sociales injustas le impiden despedirse de un ser querido. También hay una muy atractiva cinematografía y una par de escenas surrealistas tan bien logradas que me hacen querer perdonar el hecho de que podrías removerlas del filme sin alterarlo significativamente.

Pero, incluso con todo lo que mencioné, sigue siendo dolorosamente predecible. Hay tantas cosas que puedes adivinar antes de entrar. Piensa, es una película sobre una mujer transexual que enfrenta discriminación, ¿qué tiene que pasar en una de esas? Bueno, seguramente veremos a personas llamándola por un nombre con el que no se identifica, lanzando insultos homofóbicos y también a otras personas, ocasionalmente, siendo tolerantes. También podemos esperar que la protagonista tratará de rebelarse contra la injusticia que está viviendo, ¿no es verdad? Y, al final, todo está allí.

Piensa en otras películas que toman temas de identidad de género como Call Me By Your Name. En esa película, sobre un adolescente enamorándose de un hombre mayor, nunca utilizan la palabra ‘gay’ ni hay ninguna figura que se oponga a la relación de los protagonistas. Es porque la cinta nunca trata de ser un ‘romance gay’. Lo que busca es contar una historia poderosa. Y lo hace. En Una mujer fantástica no tienes la misma suerte. Es obvio, con todo y metáforas visuales nada sutiles.

Y perdón por seguir con lo negativo, pero creo que le faltaron a las actuaciones. Daniela Vega, que tiene el papel principal, es competente durante la mayor parte del filme, pero hay muchos momentos en los que su actuación no funcionó para mí. Particularmente cuando su pareja está muriendo frente a sus ojos y ella no expresa el nivel de emoción que esperarías de una persona en una situación como esa. Entiendo que no todas las personas reaccionan al shock de la misma manera, pero nunca me dio la impresión de que eso fuera lo que la película estuviera tratando de lograr. Hay muchos momentos en los que la cámara se concentra en el rostro de Marina para que podamos entender lo que sucede en su cabeza solo viendo sus expresiones faciales (‘show don’t tell’, como dicen en el negocio), pero no pude discernir nada en su cara más allá de… tristeza, supongo.

Pero no te desanimes, incluso con todas sus fallas, Una mujer fantástica sigue siendo recomendable. Funciona muy bien como drama y eso es mucho más de lo que puedo decir de la mayoría de películas que he visto recientemente.

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