Sergio Ramírez dedica el Premio Cervantes a los asesinados en Nicaragua estos días

Los Reyes Felipe y Letizia, junto al escritor nicaragüense Sergio Ramírez (2i) y su esposa Gertrudis Guerrero Mayorga (2d), tras finalizar el acto de entrega del Premio Cervantes que ha tenido lugar hoy en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. EFE/Juan Carlos Hidalgo

Alcalá de Henares (España), 23 abr (EFE).- El escritor Sergio Ramírez aseguró hoy en su discurso tras recibir el Premio Cervantes que «no hay nada que pueda y deba ser más libre que la escritura» y que cerrar los ojos ante la realidad de la violencia, el narcotráfico o el exilio es «traicionar el oficio».

Antes de comenzar el discurso, el escritor nicaragüense, que luce un lazo negro por los sucesos en su país, dedicó el Premio Cervantes que recibió de manos del rey Felipe VI a la memoria de sus compatriotas que en los últimos días han sido asesinados «por salir a la calle a reclamar justicia y democracia».

El que fuera vicepresidente de Nicaragua de 1985 a 1990, en el primer gobierno de Daniel Ortega, dedicó el premio también «a los miles de jóvenes que siguen luchando sin más armas que sus ideales por que Nicaragua vuelva a ser república».

En su discurso, consideró que no se puede ignorar la realidad de los «caudillos del narcotráfico» ni «el exilio permanente de miles de centroamericanos hacia la frontera de Estados Unidos impuesto por la marginación y la miseria, y el tren de la muerte que atraviesa México con su eterno silbido de bestia herida, y la violencia como la más funesta de nuestra deidades (…)»

O «las fosas clandestinas que se siguen abriendo, los basureros convertidos en cementerios».

Ramírez tuvo recuerdos en su discurso para su país, sus abuelos y su madre, que fue la que le enseñó a leer el Quijote, y reiteró su admiración por Cervantes y por Rubén Darío, con quienes la lengua española hizo un viaje de «ida y vuelta».

Precisamente ese fue el título de su discurso en el que explicó cómo la lengua de Cervantes hizo a Centroamérica el viaje de ida cuando en 1605 llegaron los primeros ejemplares del Quijote. Tres siglos después, Rubén Darío devolvió a la península «novedades liberadoras» de la lengua que recibió en herencia de Cervantes, «sacudiéndola del marasmo».

Una lengua que nunca ha dejado de ser cervantina, reconoció Ramírez, que señaló que el castellano se reinventa de manera constante en el siglo XXI mientras se multiplica y se expande: una lengua viva que «reclama cada vez más espacios y no entiende de muros ni fronteras».

Rubén Darío fue «quien creó nuestra identidad, no sólo en sentido literario, sino como país», afirmó Sergio Ramírez sobre Nicaragua, y consideró curioso «que una nación americana haya sido fundada por un poeta con las palabras, y no por un general a caballo con la espada al aire».

También hizo referencia a su paso por la política. «Si un día me aparté de la literatura para entrar en la vorágine de una revolución que derrocó a una dictadura, es porque seguía siendo el niño que se imagina de rodillas en el suelo de la venta presenciando la función de títeres del retablo de Maese Pedro, ansioso de coger un mandoble para ayudar a don Quijote a descabezar malvados», recordó.

Y rindió homenaje al mexicano Sergio Pitol, Premio Cervantes 2005 y recientemente fallecido, un «cervantino hasta la médula, porque nunca se atuvo a la pesadez y supo trocarla por el humor, la ironía y la parodia, un raro de los de Rubén, que supo hacer de la escritura una fiesta».

Un recuerdo a Pitol que también estuvo presente en el discurso del rey Felipe VI, que se refirió igualmente a la situación en Nicaragua.

«En estas horas difíciles toda España lleva a Nicaragua en su corazón», dijo el monarca, que destacó además que Ramírez es el primer escritor centroamericano en recibir el Cervantes. EFE

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