Miseria humana

Es más, trató de darle un tinte académico a su observación diciendo que hay estudios que así la confirman, que Moreno es un caso “patológico”, y que lo ha estado conversando con sus abogados. No señaló, obviamente, a qué estudios se estaba refiriendo, ni el periodista que lo entrevistaba –un devoto seguidor del chavismo– se lo preguntó, pues ese es el modelo de periodismo adulón que el exdictador aplaude.

Estas declaraciones son indignantes y deben ser repudiadas por la conciencia civilizada del país, y no solamente por unos cuantos actores políticos. Pocas veces en la historia de las naciones ha existido un país que haya sido gobernado por una banda de delincuentes y que, a la vez, haya sido liderado por un individuo que parece sentirse cómodo en los lóbregos desagües de la inmoralidad, un sujeto que hizo del Estado una suerte de chiquero para regocijo de la banda de mafiosos que lo acolitaron.

Correa no solo es que insulta a Moreno. Venir a decirnos que sus problemas con la justicia se deben a una supuesta amargura del presidente, y que esta se origina en su condición física, es una afrenta a la sociedad ecuatoriana en general. El Ecuador, por más que el exdictador se esfuerce de hacer aparecer lo contrario, no es una nación que refleja ese tipo de miseria y bajeza. El país ha tenido mala fortuna, eso es verdad, con varios –no todos– de sus líderes políticos. Ha sido tierra fértil para demagogos, ególatras e inescrupulosos. Pero ninguno de ellos le llega al tobillo del exdictador en cuanto a infamia moral, mediocridad intelectual y corrupción. Quien tenga alguna duda o crea que es una exageración debería ver la mencionada entrevista, a pesar de las náuseas que puede provocarle. Se asombrará de cómo alguien logra decir tantas mentiras en un periodo tan breve y cómo hasta pretende mancillar la memoria de personas honorables fallecidas.

Todo esto debe llamarnos a la reflexión. El exdictador, la caterva de corruptos que lo defienden y la trágica experiencia de la década siniestra que tuvimos son, en cierta forma, la expresión de una profunda grieta que penetra hondo en nuestra sociedad y que dice mucho de nosotros también. La falta de compromiso de las élites –sociales, económicas, académicas, etc.– con la cosa pública, la política y el futuro del país es algo escalofriante. Basta ver las opciones que eligieron muchos de ellos durante la dictadura correísta, su silencio cómplice, su enriquecimiento ilícito, su frivolidad y tolerancia con la corrupción. El desafío que enfrenta el país es ciertamente enorme y complejo.(O)

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